domingo, 30 de noviembre de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ, UN PINTOR GALLEGO EN GERONA CON ESTUDIO EN EL BARRIO VIEJO - POR J. VÍCTOR GAY.

Se encuentra residiendo entre nosotros el pintor gallego Diego de Giráldez, quién en el período entre 1975 y el presente año ha realizado diversas exposiciones en su región, singularmente en Vigo, La Toja y Pontevedra. Y tiene obra en Ginebra, Madrid, etc. dándose a conocer entre nosotros, a través de varias galerías. Ahora está preparando una nueva exposción para Barcelona, en la que, como es natural los temas gerundenses tendrán su representación.
No es el primer caso de artístas venidos de distintas regiones españolas que encuentran sus motivos inspiradores entre nosotros. Diego de Giráldez, estamos seguros ques sabrá continuar los éxitos ya refrendados por el público y la crítica de varías regiones españolas, con sus creaciones catalanas. No sabemos si su habitual permanencia debida a otras obligaciones, va a tener continuidad una vez finalizados sus actuales compromisos, pero, nos agradaría que en su obra creadora el reflejo de Gerona, fuese algo más que el paso de un tiempo y calase lo suficientemente hondo, para que nuestros paisajes, nuestros pueblos y nuestra gente, estén reflejados, una vez más, en la obra de un artísta, que desde las rías pontevedresas ha recalado entre nosotros. Alguien nos dijo una vez, que las dos provincias más bellas y completas de España, eran justamente Gerona y Pontevedra. Ojalá que los ojos de artísta de Diego de Giráldez los sepan captar así.

J. VÍCTOR GAY
Girona.

OBRA DE DIEGO DE GIRÁLDEZ - POR C. JIMÉNEZ DESDE TOLEDO.

Diego de Giráldez, fué presentado en el Alcázar de Toledo, en un acto en el que estuvo presente el director general de Bienes Culturales, Antonio Moraleda.
Nacido en Pontevedra, en su trayectoria destacan más de trescientas exposiciones de pintura y de cuya obra hay un pequeño muestrario en el Alcázar.
Quienes le conocen bién afirman que cuando el artísta comtempla la naturaleza no trata sólo de plasmar la realidad. Y resaltan por una parte su naturalismo total, un tinte de actuaciones que sorprenden porque dan una especie de halo envolvente.
A juicio de los críticos Diego de Giráldez, es un pintor diferente, paradógico, un realista trascendido de misterio que tiene una extraña vida, resaltanto el realismo y el naturalismo pero tocado también de surrealismo, ya que aseguran que parte de su pintura es abstracta.
En la presentación del libro no faltaron los representantes de la Guardia Civil, así como el Deán de la catedral de Toledo, Santiago Calvo.
En el libro "La realidad y su espejo" aparecen además juicios críticos y un muestrario de fotografías, destacando la personalidad y la creatividad. de su trayectoria artística, sorprendiendo de sobremanera, según indicaban durante la presentación del libro, en las plazas y lugares donde están expuestas las obras de este artísta.

C.JIMÉNEZ- TOLEDO.

DIEGO DE GIRÁLDEZ "REALISTA MÁGICO" - POR ANGEL ARNAIZ.

Hasta cierto punto, tiene razón quienes aseguran que la fotografía trajo consigo la liberación de la pintura de sus fines imitativos a la realidad. El artista ya no trata de captar la totalidad de la realidad en su supuesto " tal como es".
La realidad de Diego de Giráldez, sin alejarse de la figuración, con un dominio admirable de los volúmenes, del color y la composición, es mágica. Cautiva al espectador con unas formas cargadas de simbolismo en las que los objetos cotidianos, plantas, animales o figuras humanas nos trasladan a un mundo de enigmáticos misterios que forman parte de nuestra realidad. Diego de
Giráldez bebe de las fuentes de los ultraterreno y participa del encanto de la poesía sin perder el vigor que confieren una formas reales, casi vivas, tocadas por un halo mágico.
La mano de este pintor hace que sus formas pictóricas cobren vida, como ocurre con la maleta del cuadro " Miedo a la partida" en el que el espectador se siente tentado de cogerla, pero un pájaro, símbolo de la espiritualización, parece vigilarla para impedir que alguien se la lleve. En esta misma composición, de la rama de manzano que reposa sobre la maleta con dos hermosos frutos, uno espera ver salir el gusano de la manzana en cualquier momento.
La pintura de Diego de Giráldez, desborda una potencia mágica, de sugerencia, que entra en las extrañas concepciones de los mundos dificilmente comprendidos.


ANGEL ARNAIZ.

Lugo.

viernes, 28 de noviembre de 2008

EL PINTOR GALLEGO DIEGO DE GIRÁLDEZ.

El pintor Pontevedrés Diego de Giráldez, conocido visitante de localidades castellano-leonesas, plantea su obra desde una visión originalmente realista, con toques surrealistas, que le han dado un reconocido estilo propio a nivel nacional e internacional. En este sentido se puede calificar su peculiar realismo como NAS. Diego de Giráldez, ha expuesto en varios países europeos como Francia, Portugal, fué invitado por la Junta de Castilla -León, en una exposición que se desarrolló en Palencia, más recientemente con la colaboración del ayuntamiento de Burgos y su Diputación, expuso su obra en ésta ciudad.
En Miranda, cuenta con el apoyo y colaboración de las diputaciones de Lugo, Burgos y Pontevedra.

Diario, Correo Español Pueblo Vasco.

EL MISTERIÓS REALISME DE DIEGO DE GIRÁLDEZ CRIDA L´ATENCIÓ A BELLES ARTS.

Va cridar l´atenció l´aposta figurativa de l´artista gallec Diego de Giráldez, d´una excellent factura que sintonitza amb la llum dels clàssics europeus i a la vegada fa picades d´ullet al surrealisme-inevitable pensar en Dalí en el seu retrat construit amb elements diversos- o una certa pintura d´un misticisme misteriós.
Tot i la seva realizació perfeccionista i en ocasions de caire gaireé fotogràfic, l´obra propicia interpretacions diverses amb un rerafons de reflexió sobre aspectes de l´existènica humana.

Diari de Sabadell.

Dos claveles

1997

La gallina mira, 1998


domingo, 23 de noviembre de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ, UN PINTOR GALLEGO.

Diego de Giráldez es un pintor gallego. Además ejerce. Y a ver si logramos explicarnos, que aquí nadie quiere hacer con lo dicho un prologo a la torpeza.
Ser gallego ( como ser de cualquiera tierra) es algo muy serio. Lo es si se tiene alma, gusto y talento para penetrar en lo que es cada cultura, cada pueblo. Y ser gallego y ejercer es, por tanto, tratar de tú a la belleza o, para ser más exactos, codearse familiarmente con el mundo de lo fantástico, desde el realismo más agudo, más acusado, más manifiesto. Tan es así este último dato, que Diego de Giráldez se ve obligado a apoyarse en distintas técnicas para que, apoyado en eso tan infrecuente que es saber dibujar, decir con la realidad inmediata de las cosas la trascendencia de lo que se imagina y se siente.
Ya saben que Giráldez está en el monasterio de San Juan.
Dicho eso, quizás conviniera analizar los sentimientos que expone. Los resumimos diciendo que, en todo momento, a veces desde la ironía tan frecuente en los hombres de su tierra, quiere llegar al más allá de lo que es es, habiendo empleado por nuestra parte este verbo "ser" en la trascendencia que tiene en el plano filosófico o dicho de otro modo, en la acepción que sirve para definir lo metafísico.

Crítica Arte.
Diario Burgos.

EL REALISMO NAS- EL VUELO DE LA MENTE.(Le Palais Beaumont accueille Diego de Giráldez pour son expo "El Realismo Nas el Vuelo de La Mente"

Diego de Giráldez commença a exposer en 1975
De 1976 à 1986, il expose 106 fois dans de grandes villes telles que Barcelone, Porto, Cadiz...
214 expositions de 1986 á 2005 de Madrid á Santiago en passant par le Portugal.
Beaucoup de critiques dÁrt ont fait son éloge et lui dédiérent de nombreux articles.
Dans les années 80, de nombreux musées furent intérssés par ses oeuvres.
Il voyagea á travers la péninsule Ibérique et la France tout en faisant un trés grand nombre d´expositions; il y rencontra de nombreuses personnalités du monde culturel.
Désormais, son oeuvre est exposée á travers le monde (14 pays), dans plus de 130 musées.

PALAIS BEAUMONT.
Francia.

sábado, 22 de noviembre de 2008

A DIEGO DE GIRÁLDEZ: UN PINTOR INTELECTUAL.- POR RAMÓN FARALDO.

Llueve, llueve sobre Finisterre. Tampoco falta el verde venenoso del relámpago.
Pero es igual.
Aunque cierto arcángel sonase las trompetas del juicio final, él seguirá ante su caballete impávido dando nacecencia a una fe, a una metafísica o mitología celeste a veces, purgatorial casi siempre.

Tus temas son el apoyo
de una búsqueda infinita,
de una pasión de distancia
de misterio de conquista.
También las aves se apoyan
antes de iniciar sus giras
de este mundo al de los astros
de esta orilla a la otra orilla
de nuestros breves islotes
a las más lejanas islas.
Lueve, llueve sobre Finisterre. Violentamente, ferozmente y mi casa se incendia, y tú sigues, aunque revienten cielos y tierras. Porque para ti
El mundo duerme. Tu pintas
a golpe de sombra y nieve,
de cerezas y de espinas,
de clavos, cuerdas, maderas
de tu sangre y tus caricias
esas cruces como espadas.
No sólo del que sufría:
la de tantos victimados,
por el siglo de Hiro-Shima.
Pero ¿de donde, cómo, de qué entrañas misteriosas surges tú? Etnicamente, menudo, con tus delicadas
manos, tu perfil entre druida y hebraico, tu incesante movilidad-Santander, Soria, Barcelona, Lugo, París, Lisboa. Geográficamente de La Cañiza, esa especie de crater gigantesco, lugar de leñadores, madereros, pastores, con sus piedras violetas, su fronda en cuyos nocturnos nevados o estivales, parecen escucharse aún las voces de Curros Enriquez, Juan Guillade y Macías el Enamorado, si en aquellas laderas perfumadas de arándanos de fresa, de malvarrosa, todo vegetal, mineral y humano, parece trepar hacia la altura, no puede originarse, empujarse, izarse tu ansia de vuelo, de soledad, de ver este purgatorio este infierno de vida en el que existimos los que no nos llamamos Diego de Giráldez, ni nacimos, como tu, al Este de Edén.
(Sigue lloviendo y el viento nos amenaza con su aullido y su imprecación insultante)
Después de todo:
"Creer o creer no importa".
También el arte agoniza
y renace, cada aurora,
de entre sus propias cenizas.
Y tus frutos, que semejan
estatuas de las semillas,
alentados monumentos
de cosechas y vendimias,
no sepulcros, no requiens,
himnos de vida.
Porque el peligro, pintor
no se llama olvido, no
se llama melancolía.
Tú los sabes bien, Giráldez,
no es preciso que lo diga.
¡Si hasta tus dulces abuelas
parecen trozos de encima
y se hacen llamar de ti
cómo personas queridas!
y así tantísimas cosas
de desván o buhardilla,
dolientemente olvidadas
dolientemente marchitas
" que tu amor rejuvenece, resucita,
desde las piedras desnudas
a nuestras manos vacías".
Dime quién eres, Giráldez.
No cabizbajo, ni de rodillas
sino de pie y sin rubor
honrando tu dinastía,
tu linaje, y esos montes
soberbios de tu Cañiza.
¿De dónde llegas pintor ?
Hay, antes de ésta, otra vida,
¿qué fuiste en aquella?, Amigo.
¿Legionario o alquimista?
¿Hombre de ciencia o espada,
buscador de maravillas
de filtros o de tesoros.
Por ciertas tierras perdidas?
¿Hechicero de una tribu
allá en las lejanas Indias,
o quizá gran oficiante
de algún enclave celtíbero,
antaño nido de águilas,
hoy sólo nido de mirlos.

Diego de Giráldez, deja que el tiempo duerma, porque el arte no duerme jamás.
Tus bodegones. Mimbres, espigas, hortalizas. Aquel inolvidable serafín del corral, que vi en tu exposición de antaño, pero que no he olvidado. No lo que ve cualquiera sino lo que ves tú solo. Aquella mesa hipnótica. Tu horticultura, y ese plano nocturno que los envuelve, no es una tiniebla, es una aurora de tu invención exclusivamente tuya, en la que seguirán perfumando, eternamente verdes.

¿Y los retratos? ¿De que ? No son tales retratos, son historias, figuras fisinomizadas, crónicas con pómulos y con ojos de viejos Druidas, que en tus obras, parecen saber más de nosotros que nosotros de ellos.

No hablan, luego no pueden insultar. No se mueven, luego no pueden lastimar. Ahí están enseñándonos lo que es saber callar.

El misterio crece, y se agiganta. Inútil preguntar. No hablas de nadie que pudo enseñarte algo, pues todo lo que te enseñaron sólo te sirvió para olvidarlo.

¿Y aquel Cristo hombre ? ¿Quién es ? ¿Aquel que murió junto al Eufrates, o una víctimade Dachan o de Argeles como Antonio Machado, de los gases nazis o de las checas siberianas ? ¿El símbolo de todo ? El yo acuso o quizás el yo perdono de tanta maldad disfrazada de criatura. Para cualquiera, esa y otras plastificaciones más recientes como "Reflexión a la vida " que a mi me hacen oír aquellas coplas de comendador " recuerde el alma dormida, olvide el sexo y despierte, contemplando como se pasa la vida ". "El pavor de partir ", sobre el dramático éxodo de ultramar de tantos hermanos que una vez bajo la estrella austral sufren de la partida. ¿Y por qué no ha de ser así ? Y tantas, tantas preguntas, cuya respuesta es siempre clara y esperanzadora.

Te confunde, amigo mío,
quien te llama realista
si no fueses más que eso
yo estaría en otra silla.
¿Qué viene hacer aquí Balthus,
Woringer y otros escribas ?
¿A quién te pareces tú ?
A nadie, que yo conciba.
Tu te pareces a ti.
La libertad es tu insignia.
Si te dicen bodegon
tú podrás decir mentira.
"Tu bodegón es la piel,
tu alma, filosofía,
sobre un cierto infinito,
una magnitud estelar;
aquel "Futuro Vigor "
aquellas locas floridas
que vislumbró aquel poeta
ave del norte perdida
que viajó hasta el infierno
y nos trajo su misiva.
Si te dicen que retrato,
tu eres más que retratista
tu investigas en tu rostro
aquello que comunica
una frente con su estrella
unos ojos con su prisma
de eternidad, de destino
de infierno o de eucaristía.
Tu buscas en lo que muere,
el aura, la siempre viva
que detrás de cada ser
le dá derecho a ser algo,
algo más que ceniza.
Y los paisajes igual.
Tu serena ortografía
los convierte en testamento,
en cosa jamás marchita,
que ni el fuego, ni la chispa
del rayo, ni la desidia
de pastores pisteros
podrán destruir jamás,
como asunto que se olvida.
¿Me engaño Diego Giráldez?
¿No es esto lo que te intriga ?
Un poco más, y termino
esta larga pesquisa.
Quizás el cuerpo del silencio
y su larga teoría
de lugares y de razas
de siervos, de jerarquías,
te hacen soñar, cada aurora
en trazar su estatua viva
su pintada radiografía
pues no es igual sobre el mar
que sobre un ramo de lilas.
¿Y el plumaje de la noche
sus bellas hidrografías,
sus mil rostros inmutables,
no provocan tu osadía
tu insomnio, tu soledad
tu jevenil bigarría?
(Sigue lloviendo, noticia aparte.
Y no hacía arriba, como dijo Vallejo
A propósito de su Lima, sino hacia abajo,.
Calando la tierra con tus
Pinceles sobre el más acá y el más allá)
Y ahora suena el momento de eso
quel laman crítica dice Santiago Amón,
"Diego de Giráldez sabe que el arte es
absolutamente inseparable del oficio.
Sabe también que el blanco más blanco
nace de la explosión comunitaria de todos
los colores y que el negro más negro
surge cuando la noche se apodera del fulgor
del arcoiris. Lo demás es cosa que depende
de la forja diaria de su mano sobre la faz incitante
de lienzo". Lo dijo Santiago Amón nuestro
desventurado amigo.
" Ni aquel realismo existencial de la América
de Ginsberg, ni el más atemperado del pintor
galo Bathtus". Habló Castro Fernández.
Francisco de Pablos habla de Berrugete,
Bermejo, Jaime Theguet, etc.,etc.
Ruego perdón a mis distinguidos colegas.
Pero ¿qué tiene que ver
"Tus gallinero: suerte de ascensión al limbo
de los justos, que tiene tanto de cuadro
como de "Bienaventuranza" (bienaventurados
los pobres de espíritu porque de ellos es el
reino de los justos) y ese mastín que observa
la naturaleza, con más penetración y respeto
que muchos mortales".
¿Y tu Cristo-Hombre? Insisto en esta obra de gran envergadura que ofrece una novedad dentro de la pasional tradición de las crucifixiones. Esa Cruz, nadie se acupó de ella. Tú nos haces ver que ella no tuvo la culpa, que ella iba para mástil de barco, leña de lareira o pie de bandera, pero los hombres la condenaron a eso, a ser, cómplice del deicidio. Y esto no lo vió nadie. Ni Valdés Leal, ni Gruneald, ni Salvador Dalí
Tu lo has visto Diego. La aldea, el largo invierno, la hermandad con pastores y leñadores, el respeto a la materia bondadosa que nos dá techo y calor. Todos los árboles de la tierra deberían, tendrían que rendirte homenaje, por haber proclamado la eterna amnistía. Honra y gloria de lo que nace inocente y muere inocentemente de nuestro servicio.
Regreso a tu obra reciente " Equilibrio de fuerza ", " Antes de la última cena ", " Conexión humana en ralación con la naturaleza ", mejor entre carne y santidad. Y así tu vasta obra que se prolonga sin cesar proporcionándonos todos los caso, nexos de materia y animidad, entre ser y no ser, entre lo que sucumbe y lo que perdura, entre la llama y la ceniza, entre la condición humana y angélica, entre el rayo y la sombra entre Diego de la Cañiza y Diego del mundo, entre Diego inextinguible y Diego más que mortal.
Inicialmente, podría os hablar de eso que llaman materia, textura, es decir, eso que para muchos hace el cuadro ¿ Cual es la tuya ? ¿ Cuál la misteriosa sustancia, membrana, pavón, cobertura que da corporidad a tus invenciones ?.
Se asegura que si el cuadro es el espejo, la materia es su azogue. ¿ Qué clase de azogue, de colorante mercurial o vegetal, da cuerpo a tus vuelos entre tierras, criaturas humanas o celestes, tus pompas y vanidades, tus símbolos que, como la muchedumbre vegetal y auroral de tu Cañiza parece levitar, incorporarse y colar ?
Parece más fluido que química. Más impresión por rayos ultravioletas que por tactos humanos. Tus sombras son trasnparencias de vitral. Tus luces, filtraciones lunares, porque curiosamente, el astro solar no existe para ti. Diríase que tus jornadas comienzan con el crepúsculo, y trabajan con la luna llena, y que se extinguen definitivamente con el alba.
Lo que sí me consta es que cada roce, toque, pulsación o caricia arcoirisada es un negro, que es más bien el fuego fatuo de ese color, de cada blanco, que es más bien el aliento de la nieve, de cada verde o carmín que es su propio numen, el sello de la perpetuidad.
Tus hechos plásticos, Diego de Giráldez, empezando por tu nombre extremadamente plástico, e inolvidable, tus estandartes pasiones, inhalan algo perpetuo, no es de ayer ni de hoy sino de siempre, no sólo por su leyenda e intención, sino también por su cuerpo plástico, por su acerada condición, porque son como son y no pueden ser de otra manera.
Inquiriendo una fraternidad plástica, uno no se detendría ante ningún contemporáneo. Iría más allá: tomaría el camino de Santiago, y quizá en ciertos cruces de sendero podría hallar, tallado en el granito violeta que los eterniza, ciertos cruceros que la piedad anónima y perpetúa de nuestros mayores hizo enclavar allí para alivio de caminantes y guía de nazarenos piadosos.
En suma Diego de Giráldez, pintor imaginario, anatomista, solidario porque sí, y porque no, iluminado o regado por ángel o duende paisano, en su misterioso productor, cuya procedencia nos consta, cuyo caminar siempre radiante, capaz de darnos felicidad y ensueño, estigmas hallados en los hemisferios astrales y en los terrenales, de hacernos mejores , de dejarnos pensativos, de hacernos cantar y de hacernos sollozar, inagotable, distinto, múltiple, pero siempre con un tatuaje que no puede proceder más que de tus manos.
Particularmente, digo y repito, en este caso, más que de aprendizaje didáctico, de atavismo rupestre.
El como los misteriosos dibujantes del bisonte cerúleo y bermellón de Altamira, se hizo sólo, se talló el alma con una cruz, una esfera, una gubia, un lápiz, una antorcha, el filo de un pincel que a veces se hace filo de navaja, a veces acaricia, a veces antorcha, a veces martillo, a veces capricho amoroso, a veces llanto, a veces nuestras vidas son los ríos, que van a dar a la mar.
Los artistas , como los dioses del Olimpo, pueden inmortalizar desde un Goliat a una mariposa, desde un racimo de uvas a un guerrero termópilo. Misterios del misterio, amigos míos.
Datos cívicos: nace en La Cañiza (Pontevedra), en una primavera. Vive en Vigo en el Casco Viejo. Su padre, Antonio, marino. Luz su madre. Es el tercero de cuatro hermanos. Marino el padre y Luz la madre, quizás pudieron iniciarle: aquel a navegar, ella a iluminar argonautas y caminantes más o menos extraviados en la inmensidad".
Ramón Faraldo en " Recuerdos "
"... recuerdo una noche de verano, no sé si de plenilunio, o noche de primavera tardía o de otoño naciente, sentados en una mesa de mármol en La Cañiza, en compañía del colega, y, sin embargo, amigo, Tito Gómez. En esto, una sonrisa y unos ojos brillantes se apoyaron sobre mi rostro, y te tuve ante mí. Me hablaste con la sencillez y sabiduría que te caracteriza, con esa falta de presunción y, en todo caso, concluiste que tu obra y la de cualquier artista no es cuestión simplemente de oratoria, de verbo, es más, si cabe de biología de la propia obra, que sepa defenderse por sí misma. Noche, febril que más bien parece incendio que noche, te ha traído a ti, amigo mío. cargado de sensaciones, de cosas de mi interés, y del interés ajeno, pero para satisfarcelo se necesita la escritura, la palabra, el verbo. Eso traias en tú sorisa, en el brillo emergente de tus ojos, en tu serenidad, se lo que quieres decir, pero hoy vamoa a hablar en el verbo fundamental para transmitir a la continuidad de la especie. Perdóname, Diego, y cuando lleguemos al "más allá", considera si lo que alcancé a penetrar en el complejo persona-obra, que lleva tu firma, compensa el que no profundice en tu tesis, de esta noche, que entiendo. ¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez en aquella galería de Madrid?. Tu catálogo: Diego estudió pintura y escultura... "Te pregunté ¿Pintor o escultor ? Fue aquella la primera gran realización de tu mano que conocí. Me di cuenta, de gallego a gallego de escritor a plástico, que por merecimientos que todavía desconocía, estaba en tu enigmática exposición, incógnita exposición madrileña, también me di cuenta de que, quienes te seleccionaron, habían encontrado un nombre que añadir a la plástica española. Me di cuenta que estaba ante una obra intemporal e internacional de sorprendente acabado...".
RAMÓN FARALDO.- Crítico de Arte y Miembro de la Asociación Española de Críticos de Arte.
Madrid.

viernes, 21 de noviembre de 2008

REALIDAD CÓSMICA DE DIEGO DE GIRÁLDEZ - EN LANZA DE CIUDAD REAL.

La realidad cósmica de Diego de Giráldez, una de sus obras es un marisco. Tan real que sólo le falta incarle el diente, las obras de este artísta lo único que les queda es salir de la obra y largarse de paseo.
Las obras de Diego de Giráldez son de un contumaz realismo y de cierta vehemencia cósmica. En sus obras hay gallos astrales que beben vino de vasos ingrávidos, trozos de encina (¿u olivo?), rebozados de musgo, bodegones absolutamente reales y el rostro de una anciana bordado de arrugas retratado en el centro de un ambiente de noche, también hay una maleta a medio abrir (¿ o a medio cerrar?) de cuyo interior sobresale un pedazo de tela de la que, a su vez destacan los bordes deshilachados de la misma. Flecos muy reales producto de una negociación inconclusa co el pincel, artefacto con el que Giráldez, disecciona las rayas de la realidad de una manera sorprendente.
Lo que descata también de éste artista de realismo propio es el contexto en que situa los elementos centrales de su obra. Es decir el espectador ( en cuyos ojos está la verdad y la belleza como dice la cita de un filósofo ahora no recordado) se sobrecogen ante el gallo-fotografía lo hace aún más al comprobar el clima en el que abandera su veracidad: tonos oscuros con fracciones orbitales que otorgan a las obras de Diego de Giráldez una afirmación propia.

Crítico de Arte, Diario Lanza de Ciudad Real.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Miedo a la partida

1984, Colección de museos donde tiene representación el artista.

Galo pendurado, 1997 ( Colección particular)


miércoles, 19 de noviembre de 2008

"TRAYECTORIA DE UN PINTOR"; " DE LA BRUMA A LA EXACTITUD" Y "REALISMO PLENO" . DE DIEGO DE GIRÁLDEZ,-POR FRANCISCO DE PABLOS.

Galicia ha sido tardiamente cuna de pintores. Los antecedentes de Vilar de Donas, o la obra del pintor de Banga, apenas constituyen referencia notable si la comparamos con otras regiones de España, como Castilla, Cataluña, Valencia e incluso Andalucía o Extremadura, en las que escuelas y nombres notables a partir del siglo XIV, con esas figuras excepcionales que son Fernando Gallegos, Pedro Berruguete, Bartolomé Bermejo, Jaime Huguet, etc.
Hemos de esperar al siglo XVII para que surja el talento de Antonio Puga, un orensano rigurosamente contemporáneo de Velázquez, y cuya obra, hoy mundialmente apreciada, se creyó durante mucho tiempo pertenenciente a las primeras épocas del genio sevillano.
A finales de la pasada centuria aparecen en Galicia varios artistas notables, con el antecedente extraordinario del ferrolano Jenaro Villamil. Y es ya a comienzos de este siglo cuando nuestra pintura empieza a consolidarse, puesto que en sus iniciales fechas nacen pintores preocupados por dar una visión plástica de la realidad gallega.
El período de anteguerra afirma ya algunas figuras, que aseguran su valía tras la contienda civil. Y es la etapa inmediatamente posterior cuando la nómina de artistas gallegos se hace casi incontable, en las más variadas tendencias y con fortuna muy desigual.
En las últimas generaciones. Diego de Giráldez es un caso peculiar. Su maestro fundamental es la naturaleza misma, y su capacidad de transcender su inmediata aparencia, su realidad concreta, han hecho de su obra un capitulo aparte en la pintura española contemporánea, apta para entroncar, sin que él lo haya pretendido deliberadamente con figuras como Caravaggio, Ribera, Meléndez y la escuela holandesa del sigloXVIII, donde un tanto inconscientemente tiene Giráldez sus maestros y referencias.
La perfección formal, la exquisita factura de sus cuadros, esa precisión casi entomológica de todo lo representado, dan a la obra de este pintor la calidad de maestro del realismo. Un realismo diferente, de poética implícita, más que explícita. De imaginable y casi imaginario misterio, porque salvo excepciones, Diego de Giráldez no se aleja de la representación estricta de los objetos, con la paradoja de que los inanimados parecen que tienen vida, mientras que los que cuentan con ella la han abandonado en un tiempo indefinible, como si fueran cadáveres incorruptibles. De ahí que haya interesado a la crítica más exigente, hasta el punto de provocar entusiasmo en el trágicamente desaparecido Santiago Amón...
DE LA BRUMA A LA EXACTITUD
Nadie podía imaginar que en el seno de una familia muy característicamente gallega, ambientada en una villa alta del interior de la provincia, de la que el padre estaba ausente con frecuencia, dada su profesión de marino, iba a nacer un artista, cuya vocación comienza a configurarse muy temprano.
Diego de Giráldez nació en la provincia de Pontevedra. Es el tercero de cuatro hermanos. Al matrimonio integrado por Antonio, marino, como hemos dicho, y Luz, entregada al cuidado de sus hijos y de su casa, siempre a la espera de la vuelta de su hombre, que viene de tarde en tarde de los prolongados periplos de la mar, le habían nacido antes que el futuro artista otros dos varones. Evaristo y José. Uno de ellos será después inseparable compañero del pintor, un poco su conciencia, su confidente, su amigo íntimo y en cierto modo su colaborador callado. Después de Diego vendría la única niña. Luz como la madre.
Diego es un niño que corretea por la villa, que es juguetón e inquieto, y a quien desde muy temprana edad le gusta dibujar. Asiste a la escuela del pueblo, en la que demuestra ser buen estudiante. Pronto se interesa por la naturaleza, por el mundo médico. Le apasiona la anatomía y cuanto se relaciona con la figura humana, que desea conocer en sus mínimos detalles. Se hace muy casero, y en el ambiente hogareño constantemte dibuja los objetos que hay en casa o las personas que le rodean. Así retrata una y otra vez a sus familiares, incluso caricaturizándolos. De alguna manera va configurándose su indeclinable vocación, que cuajará casi en la adolescencia.
Cuando el futuro artista cuenta unos años de edad, en 1967, la familia tralada su residencia a Vigo, la grande y pujante ciudad atlántica. Toma casa en la calle Real, la de más prosapia del antiguo barrio marinero. Pina y un poco serpentante, conduce desde la Colegiata barroca, centro religioso de la vida ciudadana, hasta la mar, en el Berbés, donde en el pasado las barcas atracaban bajo los mismo peiraos, cuyos fustes graníticos lamían las olas. En esa época de finales de los sesenta, el ámbito ha sufrido una considerable transformación y se ha ganado terreno a la mar, dotando a la antigua playa de una explanada con jardines, en la que se sitúa un monumento al marinero, pero donde todavía está un ambiente antañón que no se puede perder.
La madre sigue entregada a sus hijos y alienta la vocación creciende de Diego por la pintura. No en balde, anteriormente, en viajes del matrimnio a Madrid, se preocupan los Giráldez por conocer el Museo del Prado y otros centros de interés artístico de la capital, prueba evidente de que en ellos había inquietudes y curiosidad no habituales en el medio pequeño burgués en el que se desenvolvían.
Diego incrementa su formación cultural y artística. Realmente, sigue con dos únicas preocupaciones: la pintura y la anatomía. Devora libros de medicina y cuantos describan el cuerpo humano y los secretos de su realidad y movimientos.
Pinta, mientras tanto, intensamente. Diego comprende que el oficio es fundamental. Que es preciso dominarlo, conociendo todos sus secret0s. Ensaya diferentes materias, llegando a una mixta que actualmente emplea en sus obras.
En 1975 realiza una muestra en Vigo que fue todo un éxito.
A partir de 1977 Diego de Giráldez expone por toda España. Sobre todo en Cataluña, donde goza hoy de gran prestigio, hace largas estancias. Sigue por el país adelante y expone en toda Castilla: Soria, Palencia, León, Zamora...Siempre sorprendiendo por las especiales, irrepetibles características de su obra. Cada año vuelve a Cataluña y monta estudio en Gerona, para poder trabajar sin precipitación cerca de las ciudades que constituyen los mejores mercados para su arte.
La prensa y otros medios de comunicación dedican a Diego de Giráldez grandes espacios. El no se envanece. Sabe que el secreto es trabajar, sin descanso, investigando, mejorando la morfología de su obra, yendo hacia esa perfección absoluta que es inalcanzable, pero que puede acariciarse cuando menos.
La luz constituye obsesión en el pintor. No suele trabajar antes de mediodía, pero a esa hora se entrega a su tarea, sin cesar, hasta que acaba el día. A veces, pocas, aún continúa de noche.
El proceso creativo es también peculiar. Toma constantes apuntes del natural, a lápiz. Después realiza dibujos muy trabajados, preciosistas, como los antiguos, a base de difuminar los trazos hasta alcanzar la textura aterciopelada, como latente, que tienen también sus obras cromáticas.
Sus colores favoritos son oscuros. Prefiere una gama que concuerde, y a veces contraste, con los señores de su obra, el negro y el blanco. Cuando Diego de Giráldez nos dá una tela su blancura es inimaginable, y cuando llega al negro alcanza la absoluta solemnidad filipesca. Carmines y verdes son los tonos de contraste.
Renuncia deliberadamente a la grandilocuencia posible de los temas. Al contrario, se acerca a lo humilde, a lo sencillo y hasta a lo mínimo. Para él los animales de corral son sinónimos de vida, y se encuentra muy agusto representando frutas y productos hortícolas, fragmentos de vegetación, objetos domésticos. Todo ello e un pretexto para acercarse a la cultura popular de Galicia.
Una faceta importante de su plástica es la religiosa, vista desde un peculiar y definible misticismo, de raíz franciscanista, sin barroquismos tragicistas y sin dulcificaciones extraídas del Renacimiento. Asegura el artista que esta parcela nada infrecuente en su tarea, proviene de una tradición del medio ambiente en que transcurrió su infancia.
Habitualmente un cuadro de Diego de Giráldez es consecuencia de una reflexión lenta, desde la observación minuciosa de los objetos a representar, su combinación, hasta los apuntes y dibujos preparatorios. Después, la ejecución material del resultado definitivo es mucho más rápida, porque su dominio del oficio es ya casi de virtuoso.
No es gran lector, aunque sí monotemático: siempre la medicina. La anatomia. Sin ella no se puede hacer nada, aseguraba el artista. Lo importante es dominar la forma y desnudar la imagen, pensando y sintiendo Galicia, como una referencia constante al medio rural del país, cuyas vivencias infantiles le marcaron para siempre.
Posee Diego una gran voluntad de trabajo, porque se siente feliz entregado a lo que sabe hacer, pintar. No es obseso de los museos, aunque en sus viajes por diferentes países de Europa en los que ha expuesto, ha visitado las principales pinacotecas. Entre los españoles prefiere a Velázquez, Zurbarán y Goya. Entre los extranjeros, le entusiama Leonardo da Vinci, su técnica de claroscuros, su "esfumato". Y admira a Rembrand, por la grandiosidad de su color, en el que domina el negro. En realidad, lo que le preocupa de los grandes maestros es la atmósfera que han conseguido en sus obras.
Trabaja siempre sólo, en silencio, a plena luz natural. Entiende que cualquier objeto puede ser motivo de representación pictórica. Lo que le importa es su calidad formal, su apariencia, la epidermis que representa. Su textura, en fin. De ahí su pasión por el desnudo. Hasta ahora había trabajado con modelos masculinos, pero comienza a dedicar atención al femenino
Diego de Giráldez es un solitario. Apenas tiene otro círculo que el familiar, con la especial intimidad de su hermano José, con quien suele vérsele y que le acompaña en muchas exposiciones que realiza. Soltero, es poco amigo de tertulias.
Su madre está atenta a la obra del pintor. Suele opinar, aunque no critica.
El repertorio de exposiciones de Diego de Giráldez es inmenso, ya que siempre tiene alguna abierta. Recuerda, por su significación o éxito, las realizadas en Vigo, 1975; Cataluña y Ginebra 1977; Madrid y Andalucía en 1978, cuando se le seleccionó para integrar la colectiva "Maestros del Realismo Español de la vanguardia". Este mismo año participó en Plástica Gallega, de Vigo; París en 1982; Santiago en 1984; Oporto, en 1985 y Coimbra, 1986. Después incansablemente en toda España.
Todas las televisiones españolas, francesas, suizas, portuguesas..., le han dedicados espacios.
REALISMO PLENO
La pintura de Diego de Giráldez constituye hoy, con media docena de nombres más, el pleno de genuino realismo. Los animales, los objetos, las figuras que representa, parecen táctiles, piden la caricia, desean ser tocadas. Su capacidad de representación, de arrancar el misterio que tiene un objeto común largamente observado, es casi obsesionante.
Cuando Giráldez representa un huevo, un tomate, un pimiento, inmediatamente dejan de ser género, repeteción de un colectivo, para ser el huevo, el tomate, el pimiento, únicos y como irrepetibles. Sería preciso mayusculizarlos, darles nombre propio. Nunca habíamos conocido las características de esas cosas hasta que las contemplamos en su pintura. Porque en los cuadros, sin contar con añadido fantasioso alguno, tiene detalles, características, es preciso repetetirlo, como diferenciadoras. Es necesario volcar a Rilke, porque aquí una rosa no es todas las rosas, aunque al fin sea la única e irrepertible. Aquí es única la representación símbolo de todas, indiviualización avasalladora.
Si Diego pinta un gallo, parece que hemos conocido a ese ejemplar en particular, que lo recordamos, no referenciado en la pintura, sino en el corral de nuestra aldea, allí, aquel, hace tantos años. Porque otro de los misterios, de la avasallora personalidad del artista, es la intemporalidad aparente de su pintura. El cuadro aparece recién concluido y al mismo tiempo de edad imprevisible. Clásico y nuevo, con objetos situados en un lugar indefinible, pero como visto e identificable, en una profundidad sin fin.
Y otro tanto acontece con sus figuras. Al contemplarlas, cremos volver a encontrarnos con un ser al que hemos estrechado la mano, al que conocemos las peculiaridades de su rostro e incluso la cicatriz imprefección que tiene un algún lugar de su cuerpo.
Estamos, pues, ante una realidad transcendida. Con la pintura de Diego de Giráldez, ocurre como con los bodegones de Zurbarán, no tiene cacharros, sino este o aquel cacharrro, con nombre y apellidos, firma del artesano que lo hizo, huella de sus manos y fecha de confección.
Y siempre en una atmósfera paradógica, de explicación inefable. Porque no están vivos, sino incorruptos sus objetos. Pasó por ellos el tiempo, un tiempo de siglos, y sin embargo parecen recién concluidos. ¿Cómo es esto posible? El talento del artista dá razón a lo irrazonable. De ahí que la pintura de Diego de Giráldez sea única, irrepetible, capaz de ser reconocida para siempre en cuanto se ha contemplado la indefinible sensación de uno de sus cuadros"
FRANCISCO DE PABLOS
Crítico de Arte y Miembro de la Real Academia de Bellas Artes (Galicia).

domingo, 16 de noviembre de 2008

EL PINTOR DIEGO DE GIRALDEZ- POR LORENZO GARCÍA-DIEGO

Pintor que, además de conocer como pocos el oficio, siente la preocupación del "bien hacer", con sujeción a normas basadas en lo tradicional de la pintura española, de noble ritmo y prestigio elevado, es que concede la debida importancia la línea y la psiquis del modelo, sabiendo convencer de la dignidad de su arte. Toda su obra es una exaltación de paganía y de refinado intelectualismo. Como éste joven maestro del arte español actual nos envuelve de mangnificencia y nos liberta de la vulgaridad cotidiana. No hay nada incosciente en su obra. No brota porque sí y falto de antecedentes en la obra de este gran pintor. Tiene trazada de antemano la trayectoria de su arte, seguro como está de que no habrán de falsearle ulteriores rectificaciones. Es un precoz en la historia de la pintura gallega. Y no un precoz irreflexivo, inseguro, que luego había de sufrir amargos desengaños y soportar impuestas rectificaciones. Sus bodegones son de un simplicismo encantador, tiene la intensidad y la jugosidad de la transcripción fiel y la gracia de un tecnicismo depurado. Son obras no de ayer ni de hoy, sino de siempre, por el nobilísimo afán que impulsó al artista a realizarlas. Diego de Giráldez ha querido demostrar, y lo ha conseguido, que llevando a las superficies cuidadosamente preparadas, elementos sencillos y humildes de carácter aldeano, sin la menor afectación y con toda limpieza, logra el artista a más de interesar, comocionar por el caudal de fervor puesto en lo realizado. Por lo demás, esta obra significa un alarde técnico, por que ningún fragmento de sus cuadros se advierte el menor cansancio del artista dejando los temas sin resolver dignamente. Diego trabaja siempre pacientemente, amorosa y concienzudamente, mereciendo su obra el aprecio en que se la tiene. Adelante, amigo Giráldez, y enhorabuena.

LORENZO GARCÍA-DIEGO.
Crítico de Arte (Barcelona).

viernes, 14 de noviembre de 2008

CASA MUSEO DIEGO DE GIRÁLDEZ.

Casa museo El Realismo NAS de Diego de Giráldez, alberga una colección apróximada de doscientas cincuenta obras, desde su niñez hasta la actualidad.
Apartado de correos 755, Vigo (Pontevedra)

DIEGO DE GIRÁLDEZ EN HUELVA,.- POR JESUS CHAPARRO QUEIJA.

Diego de Giráldez nace en la provincia de Pontevedra.
Todo lo que le rodeó desde muy pequeño, en su vida, tiene interés para determinar la personalidad de este pintor, tercero de cuatro hermanos y que quizás esos prolongados periplos, de su padre, en la mar, hagan de él un niño juguetón y con inquietudes, que comienza muy temprano a dibujar, dado que cuando a penas andaba ya " pintaba" con carbones de la "lareira" sobre papel de estraza, de envolver el pan, los que su madre desechaba. Y que hoy en día, en opinión de críticos tan significativos como Santiago Amón y Ramón Faraldo, es un "pintor sorprendente" que creó un nuevo estilo dentro de este nuevo realismo combinado con naturalismo, abstracción y surrealismo.
A partir de 1967 se va formando culturalmente y artísticamente en sus cuatro grandes pasiones: la medicina, la anatomía, la pintura y la escultura. Este niño que responde al nombre de Diego de Giráldez pronto empiza a destacar como dibujante y ejerce, ya, como pintor que tiene todas las características para ser un nombre que pise fuerte en este "mundillo" del arte; "..., inquieto, con toda la fuerza y sabiduría de los Druidas Celtas...", como nos recuerda Ramón Faraldo.
Camina, los primeros años, silenciosamente, acumulando formación. Este nombre de excepción entre la pintura contemporánea de los últimos años, pinta, en esa época, lo que conoce: el paisaje, sus gentes, las naturalezas muertas con colores y luces de nuestra tierra. Hoy domina una obra que ha sido catalogada, considerada por la contemporánea.
En su obra se distinguen muchos elementos que hacen que se reconozca, a simple vista, entre todas las demás. Su gran familiaridad con la naturaleza, la notable seguridad en la observación de sus mecanismos le permite conocer sus leyes. El interés y un estudio constante de/por la anatomía le sirven como bases para plasmar sobre el lienzo la génesis empírica de lo que será su obra.
En Madrid, en una visita a una de sus exposiciones: Ramón Faraldo, Santiago Amón,..., a estos dos críticos le llega a unir, con el pintor, una verdadera admiración por ambas partes. Hasta el extremo de comentar uno de ellos:" Si me preguntasen ¿ Qué cuadro debería incorporarse, ya, al Museo del Prado?. Seguramente respondería que "El Cristo Hombre de Diego de Giráldez".
Diego de Giráldez, sabe que el arte es absolutamente inseparable del oficio. Sabe también que el blanco más blanco nace de la explosión comunitaria de todos los colores, que el negro más negro surge cuando la noche se apodera del fulgor del arco-iris. Pintor sorprendente, creó un estilo dentro de este nuevo realismo que denomina NAS ( naturalismo, abstracción, surrealismo)". En 1980 es seleccionado para formar parte de la exposición "Maestros del Realismo Español", Y a partir de este año es normal verlo, escucharlo y leerlo en distintos medios de comunicación, revistas especializadas, libros,...,
Ahora lo tenemos en Huelva, con una excelente y valiosa exposición para deguste y deleite de los que aman el arte con una expresión viva y con una interpretción de lo cotidiano, lo sublime y lo absurdo, que la hacen atractiva y a veces, diríamos necesaria para desconectar del cotidiano que hacer.
JESUS CHAPARRO QUEIJA.
Huelva.

DIEGO DE GIRÁLDEZ EN GIRONA.- POR VICTOR GAY.

De Galicia llega este pintor y escultor, si bién en esta ocasión muestra exclusivamente pintura. Una búsqueda del realismo centrado en el motivo o argumento principal, especialmente en bodegones, donde los tonos fuertes, rojos de las crestas de las aves o de los crutáceos son lanzados, puestos en un primer plano por el negro de la noche, todo sobre la noche, incluso el paisaje sin cielo o de negra noche. De vez en cuando, como un rompimiento, aparecen unas burbujas flotantes que rompen la lisura del trasfondo. Una flotación que trasfiere vida y movimiento. Busca efectivimos en un bodegon con pavo, cruz y vino que cae sobre su pico. Símbolos. Hay así mismo bodegones áridos, con cesto de mimbre, hojas y ramas secas. También un retrato de perfil sobrio con el conjunto. Es como una invitación silenciosa de lo oscuro, para sobre ello situar un contraste, aquello que más le interesa desequilibrar el color y conseguir una mesura en el conjunto.
VICTOR GAY
Crítico de Arte.- Girona.

sábado, 8 de noviembre de 2008

A PINTURA DE DIEGO DE GIRÁLDEZ - POR MANUEL FORCADELA.

Sempre existiu un posible encontro entre a pintura e a poesía: a imaxe. Reducidas a ese humilde pero esencial territorio, as dúas artes son o mesmo. Por debaixo das distintas opacidades técnicas, das combustións cromáticas ou verbais, xace sempre unha imaxe.
Non creo no fetichismo das obras orixinais, dos obxectos pictóricos valiosos. Creo no poder das imaxes. O poder dun poeta, como o poder dun cadro, radica no encontro visionario dunha asociación audaz, na protestade de lograr infundir as cousas un significado que, anteriormente, non tiñan pero que, a partir dese momento, xa vai definitivamente ligado á palabra. Por iso os poetas reinventan a linguaxe, porque conseguen que a relación entre significantes e significados, esa relación que Saussure definía como arbitraria, se contaxie da presencia omnipotente da realidade. Todo significa todo, poderíamos dicir. A linguaxe como eixo central do simbólico lacaniano é a encargada deconverter o real no imaxinario.
Os artistas, tanto os poetas como os pintores, teñen a obriga de alterar esa relación, felizmente lóxica, entre o real, o simbólico (a linguaxe) eo imaxinario. De súpeto un cabalo amañece no cadro e leva un aparello de radio pendurado do pescozo; tamen unha nube con forma de avión vai deixando un ronsel de fume sobre o ceo. Magritte foi maxistral neste tipo de construccións. Demostrounos como calquera cousa pode servir para representar calquera outra. Unha rúa empedrada é, de súpeto, igual á torre dunha fábrica; o ceo pintado nun cadro sobreponse ao ceo que olla o pintor a través da súa xanela.
Creo que o valor central da pintura de Diego de Xiráldez é xustamente o de estar construida sobre a imaxe. A figuración aílla e singulariza os obxectos estrañándoos, facendo que os percibamos nun entorno diferente, nunha ensoñación que encontraría a súas raíces no surrealismo. O mundo onírico está agachado en cada unha das imaxes, as asociacións son arbitrarias e procuran encontrar o seu significado. Poñamos este obxecto á beira deste outro. ¿qué sucede? Pois unha imaxe dun espacio e dun tempo. Inevitablemente tornarase extravagante, utópica e intemporal.
Velai está o enigma. O mesmo enigma que está en cada cousa, porque a realidade é, en si mesma, inatinsible, aínda que na frecuencia dos nosos diarios encontros remate por converterse en vanal. Por iso esta pintura nos devolve o enigma das cousas. A fascinación de podernos ficar extasiados no puro ollar. Porque a ollada non e máis que coñocemento. E O coñecemento fundaméntase na indagación, fermosa palabra. In, dentro. Dagación, daga, dardo, bisturí. Abrir as cousas por dentro a base de miradas. O externo como inevitable mensaxe do interior.
Celebro os triunfos deste valor en alza da pintura galega que se chama Diego de Xiráldez e brindo pola continuidade feliz dos seus achados, nesta súa singular arqueoloxía das cousas..."

MANUEL FORCADELA.
Profesor de Literatura y Lengua, Escritor y Poeta.

Galicia.

viernes, 7 de noviembre de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ - EL LIENZO COMO SUPLICIO DE CARICIAS - POR TITO GÓMEZ.

El ave duerme, tu pintas de madrugada esos verdes de col insinuada, ese misterio de cenizas que el poeta cantara y esos campos de espigas como cañas.
El lienzo suplicio de caricias y espadas y esa luz tuya, ya mía y nuestra, eternamente soñada y otra vuelta por tu inagotable imaginación bañada por el duende que él te dio para que nos dejes para el mañana.
Tu estudio como sepulcro con la piedra desnuda, con el potro de tres pies y un cuadro de materia bien cargada, compañero de desierto de noche de soledad continuada con golpes de sombras, de desnudos cuando se difumina el alba.
Ellos, todos te verán si los ojos levantaran, ya no estarán ahí donde tu nombre quedara, porque tus cerezas y manzanas, tus negros y blancos cuando nevara, son legados del que sufría de la noche a la mañana.
Enseñando tus raíces del pastor a la montaña, del cordero al labriego que te acompaña el alma. Guardián de los druidas, dólmenes y el agua que manara de esta tierra que es tuya y del celta que poblara.
Dejando la carne en el camino del insomnio, cada aurora el azul del mar te llama, los lilas y carmines cual primavera rosada y un plumaje de la noche locura observada.
Esperanza del mastín por leal bien ganada, de las cuerdas de tu "Cristo" para qué clavos como espinas, sus divinas manos no dañaran y esa madera que vislumbra inocencia sana.
Apartado de los ruidos, que confunden tu libertad amada, de tus pinceles al lienzo cala la espalda en tu inseparable oficio como el mejor que pintara, sin parecerse a nadie tu obra ya consagrada.
Quisiera traer la palabra esbelta que quedara, que se hundiera, que arañara como el amante a la amada y así tantísimas cosas, en tu magín, poesía bucolizada de la realidad infinita más lejana.


TITO GÓMEZ

Vigo.

ADELANTE CON EL REALISMO, DIEGO DE GIRÁLDEZ- POR FERNANDO MON

Decimos "adelante con el realismo", por la incidencia de numerosos pintores que ahora, precisamente están volviendo a estos modos de expresión específica. Pero lo que se ha anunciado como un sistema de realismo subjetivo por parte de los más decididos edalides de la realidad vigente, en Diego de Giráldez, pintor de joven ejecutoria, representa la más objetiva realidad. Esto es, un sentido de la realidad tal como ha sido vista por los pintores flamencos del diecisiete. Diego de Giráldez que ama todo lo que le entorna, todo lo que es cotidiano, ha dado cima a unas obras realizadas con mimo acariciante que representa esa cotidianeidad y ese entorno de las cosas amables que nos rodean cada día. El resultado pues, es una especie de serenidad eurítmica que ya, desde los griegos, se llamaba "armonia de las esferas" y que tanto utilizó el bajo medievo para atemperar y ajustar su afán de orden y, particularmente de ordenación.
Pero además la virtud de Diego de Giráldez, aún, repito, a pesar de su juventud, es la de haber medido con exactitud el diálogo de los colores por los que se trasluce asimismo, una exacta armonía y una mesura cromática de grandes calidades. Diciendo para terminar que Diego de Giráldez es un dibujante de trazos seguros, límpios y contínuos, decimos lo más sustancial que alberga su pintura, excepcionales cualidades formales.


FERNANDO MON.
Crítico de arte. - La Coruña- Madrid.

lunes, 3 de noviembre de 2008

A moza do chapeu

1992


Galo de inverno, 1998

domingo, 2 de noviembre de 2008

REFLEXIONES ACERCA DE LA OBRA DE DIEGO DE GIRÁLDEZ- POR LEONCIO VERDERA FRANCO

En el año 1997, fue incorporada al Museo, una obra peculiar, una pintura de técnica mixta y pequeño formato, ralizada en ese año por el artista Diego de Giráldez. La obra representa el busto de un soltado con casco de guerra. "Soldado de Camuflaje" lo titula el autor sobre el lienzo y ofrece una aproximación plástica inquietante a un combatiente, más onírio que real.
¿Quién es Diego de Giráldez?. Se trata de un creador prolífico, autoexigente, de incesante movilidad, que dese 1977, ha realizado más de un centenar de exposiciones. Espíritu solitario, siempre en busca de la perfección tanto en la forma como en la factura, para él, arte y oficio son inseparables. Como expresión de autenticidad marca diferencias, no adhiriéndose a ningún grupo ni teorizando sobre su pintura y, como mucho, Diego de Giráldez se autoasocia enigmáticamente con el "Realismo NAS". ni más ni menos que intento de conjutar naturalismo abstración y surrealismo.
La obra antes aludida evidencia a un pintor de la realidad, del naturalismo, de un realismo poético que sugiere implícito. Muestra el perfil de un soldado con guerrera y casco, sin ningún distintivo ni posibilidad de identificación y, más allá de la inmediata apariencia, nos brinda lo más importante, la esencia del soldado envuelto en un extraño misterio. Y nos deja pensativos.
Inmersión en el negro. Un negro telón de fondo significa a la figura que se encuentra estática entre él y el espectador. Negro espacio sin fin que comunica misterio y nos conmueve. La luz solar está totalmente ausente de la obra y sus luces pueden interpretarse más bién como filtraciones lunares, tal vez de una luna que se percibe ligeramente en lo alto del fondo negro. Giráldez inventa la luz en su obra y nos hace ver cómo esa luna ilumina la figura desde otro lado, incluyendo su silueta en blanco y grises que recorta la cabeza sobre la oscuridad total.
En esta obra, como en su producción restante, los colores son oscuros, con predominio del negro y el blanco y los grises resultantes de su mezcla. Negro en el fondo, grises en el casco y la guerrera y negro en el rostro, tan solo el blanco que recorta la silueta y el blanco de ojo, hacen que se rompa la oscuridad. Sobre fondo, progresivamente siniestro, se quiere destacar la cabeza del hombre y el ojo. Ojo que habrá visto tantas cosas, que habrá llorado tantas vece y que ahora permanece fijo, estático, inexpresivo, como paralizado por una memoria implacable. La figura parece dominada por un pathos, en medio de un tenebrismo sobrecogedor.
Y todo esto Giráldez lo transmite a través de una representación sencilla, humilde y recurriendo a los mínimos elementos plásticos, evitando posibles grandilocuencias en el tema. Estamos ante un simple soldado solitario, pero que se erige en símbolo asumible que representa idealmente a todos y que se puede asociar con cualquier soldado cercano a nosotros. La figura del combatiente no es en fin un retrato, es el conjunto de sus historias, de sus vivencias y el pintor nos hace ver todo el contenido vivencial que encierra la silueta de un rostro. Giráldez, ha buscado en este soldado representar su aura, en una aproximación a lo que permanece inmutable y no se destruye.
Así alcanza la intemporalidad de la obra. El modelo del casco parece informar de un país y de una época del soldado, pero poco más; no podemos deducir cuántos años hace que vivió ese soldado, porque el tiempo aquí se ha paralizado. Esto confiere un misterio, pues parece que el soldado ha abandonado la vida en un tiempo sin definir, asemejándose a un cadaver sin corromper. No representa vida, más bien se muestra como algo incorrupto para la eternidad.
Las obras de Diego de Giráldez producen en fin unas sensaciones que, sobrepasando lo pictórico, despiertan nuestro inconsciente y hacen que no nos podamos desprender finalmente de la imagen contemplada: son obras que siempre atraen aunque sin duda desconciertan. Su pintura, naturalista con tintes surrealistas y oníricos, se ofrece como única e irrepetible y siempre reconocible por las sensaciones impactantes que se transmite desde sus cuadros.
LEONCIO VERDERA FRANCO.
Coronel - Director del Museo Militar Regional de A Coruña, Doctor en Historia.