viernes, 4 de febrero de 2011

EL BODEGÓN EN DIEGO DE GIRÁLDEZ.

En la exposición de Pontevedra, cuyo tema principal fue el bodegón, gozó de una muy buena acogida.
Sin lugar a dudas, Diego de Giráldez es ya, por derecho propio uno de los grandes pintores gallegos de la realidad, pero una realidad que bebe en el ancestro poético de tintes bucólicos, alejada de la descarada vocación perfeccionista "hiper" -a secas- o de un naturalismo "neo" y descarnado que vitalmente hace propuesta dialéctica con la vida misma. No es aquel realismo existencial de la América de Gisberg, ni siquiera el más atemperado del pintor galo Balthus. En su "naturalismo" hay un querer poetizar y cubrir de enigmáticos misterios lo cotidiano, aprehender la esencia y la belleza de las cosas en su totalidad, vitalizar con supremo amor o con la emotividad de un romántico tenebrista la sublime presencia de un bodegón que se pierde en el oscuro espacio del telón infinito que es fondo y contraluz. Espigas, frutas, flores, cestos... bodegones refinados con sutileza panteísta aparecen dignificados en su misma destartale o en su situación de primeros actores, entre ese negro telón de mil irisaciones y el espectador. Pocas veces un objeto trivializado ha sido tratado con el mimo acarariciante de Diego de Giráldez,pocas veces ha logrado un pintor el carísma de esta nueva dimensión que es el raro sabor poético del que hace versos en la noche con un pincel, generando un lirismo y un "acercamiento a lo orgánico vitalmente verdadero"como dice-en su Abstracción y Naturaleza - Worringer. Pero no se produce ese acercamiento - y lo confirma el mismo Worringer- porque se haya querido representar un objeto natural apegandose fielmente a su corporidad, sino por haberse despertado la sensibilidad para la belleza de la forma orgánica y vitalmente verdadera y por el deseo de satisfacer esa sensiblidad rectora de la voluntad artística absoluta. A la par que la capacidad de sugerir liricamente, desde su peculiar realismo poético, hay en Diego de Giráldez un deseo de afirmar el buen oficio, las armas del "buen hacedor", que se manifiesta, a veces, con la tenue presencia inadvertida de una ausencia que es el objeto mismo. Véanse sus figuras escenificando una actitud perdida en el espacio, centradas en la crispación psíquica de sus rostros o en el pathos que la domina, en medio de un tenebrismo que trata de sonsacar calideces a la oscuridad, el mismo que hacía mutar la presencia sólida del bodegón
Compsosiciones y luces que definen un negro espacio telurico sinfin, sutiliza y misterio, emotividad y poético sentir... son cualidades que nos acercan a la realidad pictórica de Diego de Giráldez, porque, incluso en cualquier parte, en cualquier momento- y lo decía el mismo Picasso-" del más pompier al más pompier, del más moderno al más moderno o que se cree tal, está siempre en la realidad".
Hoy nuestro mundo artístico ecléctico, manierista, desinhibido, dionísiaco, y post moderno acepta la realidad como una poética más. La opción de Diego de Giráldez es un ejemplo de esa recuperación de un pasado intemporalizado, vigente en un eterno presente que, como decía el viejo maestro, nunca pierdo actualidad.

Diario de Pontevedra.