111 AÑOS DE OBSERBACIÓN Y CREACIÓN ARTÍSTICA
Luis Torras, o el amor “a la piel del cuadro”
Artistas despiden al “pintor sobrio” y replican su “extraordinario” sentido del humor: “111 años es buena edad para retirarse de escena”
“El afán de superación. Hay que mejorar”, afirmaba –ya centenario– el pintor Luis Torras. “Vivir por vivir no vale de nada”, decía. Todos le recuerdan pintando o pensando en su obra, presente o futura. “Ese era su universo”, recordaban ayer sus familiares, que lo despidieron en la más estricta intimidad por voluntad del artista. Y quizás desprendida de ese firmamento pictórico, un dibujo de Vera, de 7 años, trajo una estrella al papel para despedir a su bisabuelo.
“Mientras tenga pulso, vista y cabeza, seguiré pintando”. Es una de las frases que su colega y amigo Diego de Giráldez recuerda de que la que sería –sin saberlo– su última visita a la casa del decano de los artistas plásticos. “Fue hace unos ocho meses y aún vivía, también, su mujer María Jesús Incera”, comenta, algo disgustado, De Giráldez.
La amistad de más de medio siglo entre ambos continuó hasta prácticamente el final de su vida. Forjada incluso antes de ser profesor en la actual Escuela municipal de artes y oficios de Vigo (EMAO), ya que ambos coincidían y charlaban durante los paseos de Torras por la calle Príncipe, rumbo al negocio de cerería de su familia. “Nos caíamos bien por varias razones”, apunta el pintor de A Cañiza, ya que la madre de Torras procedía de esa misma localidad. Otra coincidencia, que suma a una abultada lista: “Aunque por distintos caminos, tanto en el soporte de la obra, como en la forma de elegir los pigmentos, teníamos elementos en común”, destaca De Giráldez. También, largas conversaciones por teléfono a pesar del oído deteriorado de Torras a causa de un balazo en la guerra civil. Así, a veces su mujer hacía de intérprete.
Desde las mismas paredes de la EMAO, el pintor y docente Darío Basso destacaba ayer a ese “maestro” que recorría los mismos pasillos en 1954. “Es un testimonio de la memoria viguesa y para la humanidad, ya que vio la evolución de todo el siglo XX, desde entre guerras, a internet”, valoró. Como “artista metafísico”, Basso destaca en Luis Torras cierta influencia de Giotto en las figuras tan “pétreas” y escultóricas, como emotivas y heredadas de una “pintura casi granítica.”
Esmerada composición
Del mismo modo, la artista gallega Menchu Lamas replica con ironía en su despedida a Torras: “111 años es una buena edad para retirarse de escena”. “No sólo nos deja un pintor excelente, sobrio y riguroso” –añade– “también tenemos que recordar su extraordinario sentido del humor”. “Único, optimista y contagioso. Una sorprendente personalidad llena de sosiego y serenidad. Como si la pintura tuviera una cualidad terapéutica”, sostiene. “Nos quedan sus cuadros, bien construidos, con ese amor característico a la piel del cuadro. Sus texturas y relieves en unos claroscuros de cromatismo sobrio. Obras de las que ha dejado una cuidada selección en legado a su ciudad: Vigo”, añade.
En el Museo Reina Sofía
Asimismo, el pintor Natalio Arnoso valoró la trayectoria del “pintor longevo” y –aseguró– “todos los pintores de mi edad lo recordaremos siempre”. Sin conocerlo personalmente, valora su pintura “conocida, muy sincera e intimista”, al tiempo que destaca su (otra) dedicación a difundir conocimientos de Arte. Parte de su obra está en la Casa das Artes de Vigo, donde se encuentra la Colección Torras, pero también hay lienzos suyos en el Reina Sofía de Madrid, en el Museo Quiñones de León de Vigo o en el Museo de Pontevedra.
La pintora Elvira Caamaño –que también fue profesora de Bellas Artes–asegura que conoció a Luis Torras, "allá por los años 90 y aunque fuimos vecinos durante mucho tiempo, no volvimos a coincidir y ahora lamento no haber ido a visitarlo". "Tengo idea que fue en algo relacionado con su obra, en la Casa das Artes, en un acto donde había bastante gente, de la que se distinguía por una elegancia interior, una amabilidad, simpatía y esa atención especial que prestan a los demás los que ejercen con gusto la docencia", expresa. "Él era sencillo, humilde, educado, tranquilo, directo", sostiene. "No menos me sorprendieron sus cuadros, tan bien entonados, en gamas de grises, rosas, azulados, colores apagados, reposados, en los que mostraba su dominio del dibujo y la composición, ordenados con precisión geométrica", añade.