viernes, 31 de octubre de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ - POR MARÍA TERESA FERNÁNDEZ PIÑEIRO.

Hay vidas y obras de importantes pintores que conviven con nosotros en la ciudad, que tienen datos que ignoramos, a veces esenciales. Por eso, através de datos documentales y con la colaboración de insignes escritores, críticos y directores de museos, se hace este libro acercandonos a la vida y obra del pintor Diego de Giráldez.
Como persona sensible, con todos los movimientos culturales, he observado detenidamente parte de la obra de nuestro artista: desde bodegones, paisajes, etc. Hasta la figuración, con composiciones que van más allá del realismo o de la perfección "hiper" para adentrarse en el " naturalismo" y la "abstracción".
Esos fondos y la atmósfera de sus cuadros, no creo que vengan dados por el hecho de haber nacido en el medio rural, A Cañiza, puesto que muy joven se trasladó a vivir a Vigo, sino por el gusto por lo cotidiano y por la necesidad de un reencuentro con ese medio rural, que seguramente no se daría de vivir permanente en su Villa natal. En cuanto al estilo tan personal viene de su personalidad artística, de su modo de representar, que se contempla perfectamente tanto del natural, modelos vivos, como de la naturaleza muerta.
El haber vivido desde niño en la calle Real, en la Ribera, en el barrio más antiguo, entre calzadas, casas, soportales y muros, todo de piedra, se nota en el carácter y la obra de nuestro pintor, como se nota el tener el mar a un paso de su casa o el haber contemplado a menudo las nubes desde el balcón de su habitación en los duros días de invierno, incluso en su blancos inmaculados se notan las nevadas cumbres del monte de Fontefría, cuando las cruzaba para trasladarse desde Vigo a su Villa natal.
En otro plano, decir que este libro significa también un reconocimiento al pintor, que como es sabido no sólo está representado en más de cien museos en todo el mundo, sino que ha sido seleccionado en 1998, para la Exposición Universal de Arte. Tiene por lo tanto ese doble valor.
Por último espero que este libro sirva como instrumento documental para los estudiosos del pintor y para consulta de jóvenes vigueses y viguesas que desde sus aulas puedan realizar trabajos sobre personajes de nuestra tierra.

MARÍA TERESA FERNÁNDEZ PIÑEIRO.
Concejala de Cultura del Ayuntaiento de Vigo.

sábado, 25 de octubre de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ - POR RAFAEL SÁNCHEZ BARGIELA

La fortaleza de Sobroso, levantada en un promontorio rocoso del monte Landín, domina desde sus atalayas una amplia panorámica que justificó su erección como elemento de control del sistema defensivo de la tierra de Turonio, en la Edad Media. Hoy este castillo es testimonio de épocas pretéritas pero también de la voluntad colectiva de conservación de nuestro rico patrimonio cultural.
Estos muros que conservan todavía los signos lapidarios de sus artifíces, acogieron en otros tiempos los destacamentos militares que controlaban esta tierra y a los representantes de los condes de Salvatierra y Marqueses de Sobroso que dominaban la amplia jurisdición que llevaba el nombre de Sobroso. Escenario de luchas en época mediaval, todavía hoy tradiciones y leyendas populares nos refieren la permanencia de una memoria histórica.
La instalación en sus dependencias de la obra pictórica de Diego de Giráldez constituye un enriquecimiento del contenido de esta fortaleza, que no será admirada sólo por sus estructuras como fortaleza militar, signo de otras formas constructivas y de diferentes modos de vida, sino por las propuestas que nos muestra la obra pictórica de este artista.
El realismo NAS, nacido de una personalísima combinación entre naturalismo, abstracción y surrealismo, ha convertido a Diego de Giráldez en uno de los principales exponentes de la plástica gallega de este fin de siglo, como lo acredita su trayectoria y su obra, que forma parte ya de la s colecciones de numerosos museos de nuestra Península y de otros paises
Con esta exposición permanente de su obra este castillo ve incrementado su atractivo y ofrece junto a sus muros centenarios una muestra pictórica que forma parte también de nuestro común patrimonio cultural.
RAFAEL SÁNCHEZ BARGIELA.
Director del Museo de Ponteareas (Galicia).

viernes, 24 de octubre de 2008

Está pensando

1998 ( Propiedade particular)

De costas, 1987

sábado, 18 de octubre de 2008

EL ESPEJO DE DIEGO DE GIRÁLDEZ- POR JOSÉ A. PEROZO

Ese empeño de los críticos especializados por catalogar y clasificar las obras de arte es una costumbre del siglo XVIII de la que nos costará desprendernos. Semejante tarea de compartimentar la realidad ha cimentado en nuestros cerebros la impresión de pertenecer a un gran museo de la vida para el que los artistas e intelectuales crean permanentemente. Todos nos empeñamos en apresar la realidad, ya sea desde la plástica, desde la literatura o desde la información para legarla al futuro. Pero ¿qué es la realidad ? ¿Cuál es la realidad ? ¿Existe la realidad ?La interpretación de la vida está sujeta a la visión del artista del observador. Y no todas las visiones se corresponden con los mismos parámetros. La racionalidad del ser humano nos permite contemplar un mismo objeto e interpretarlo de mil formas distintas. Cada uno de nosotros llevamos dentro un espejo propio que manipula la realidad en función de nuestra forma de ver y de sentir la existencia. Esa transformación es la que hace posible la entidad del arte y las vías de conexión entre sentimientos y modos de comunicar. Por esta misma circunstancia me permito dudar de las etiquetas que los críticos y especialistas suelen adjundicar a la pintura, la literatura, la escultura, el cine, la fotografía... El día que rompamos con ese gran museo del presente seremos más libres y estaremos más abiertos a contemplar el arte sin prejuicios encorsetados.
El espejo de Diego de Giráldez se le han colgado infinidad de etiquetas de las que voy a prescindir en este pequeño comentario. Sin embargo-contradicción de contradicciones- no podré desprenderme de mi propia visión y de la observación que del arte anterior tengo impresa en la mente. Estoy seguro de que Giráldez busca plasmar su realidad por medio de la pintura y su realidad me remite, desde que lo conocí en los años setenta, a otro pintor para mi muy querido: Francisco de Zurbarán. La modernidad de este pintor nacido en A Cañiza podríamos entroncarla con aquella serenidad efectista, y tenebrista al mismo tiempo, del pintor de Fuente de Cantos (Badajoz), que se forjó en Llereda y triufó en la Sevilla del siglo XVII. El cariño que Giráldez muestra por los tejidos y su capacidad para extraer de ellos formas y sensaciones vivas está muy cerca de aquel otro virtuosismo de Zurbarán. El gusto de Giráldez por los bodegones y sus exquisitas composiciones tiene un claro precedente en el trabajo zurbanesco. A la aparente religiosidad, no exenta de componentes terrenales simbolismos, puramente humanos, del pintor de A Cañiza resulta fácil encontrarle una clara conexión con los motivos del pintor de Fuente de Cantos. Resulta curioso que dos mundos tan alejados en el tiempo y la geografía se puedan conectar. Y esa curiosidad no creo que sea ni fruto de la casualidad, ni de las influencias, ni de la imitación. Tengo el presentimiento de que el espejo en el que Giráldez refleja su realidad pueda ser muy similar alque el pintor del siglo de Oro tuvo en su mente y llevó a los lienzos
La pintura de Giráldez no es fruto de la casualidad. Es una obra pensada, producto de la reflexión y de la intencionalidad comunicativa. Este pintor de finales del siglo XX no quiere transmitirnos únicamente lo que sus ojos pueden captar, nos ofrece la vida y la realidad reelaborada. Estoy seguro de que detrás de cada uno de sus cuadros hay una historia o, mejor, una novela, un poema, una posición épica ante la realidad circundante que desea legar al futuro. La suya es una obra aleccionadora; como la de los antiguos constructores de catedrales, sujeta a códigos inconográficos que pueden estar perfectamente conectados con la más vieja de las tradiciones de transmisión de pensamientos e ideas mediante lecturas indescifrables a primera vista. He dejado escrito en alguna parte que Zurbarán también se valió de códigos visuales para construir su obra pictórica y con ella dejar patente una posición ideológica seguramente no acorde con las líneas ortodoxas de su tiempo y su época. Los códigos y el espejo que Giráldez emplea en su obra también se escapan al entendimiento de los profanos. Muchos de sus cuadros, que parecen explicarse por sí mismo, no son tan simples de interpretar. Se le han colgado etiquetas de hiperrealismo, de bucolico, de narcisista, de romántico, de tenebrista...Yo me permito interpretar que estamos ante un autor que piensa su obra y que deforma la realidad según su espejo interior, etiquetas al margen. Como es natural."
JOSÉ A. PEROZO
Periodista, Escritor y Autor de la obra y libro " Tal vez Francisco de Zurbarán ".
Galicia.

viernes, 17 de octubre de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ - POR PEDRO ARDÁ LUBEIRA

Escribir unas pequeñas líneas sobre el pintor Diego de Giráldez, es para mi una satisfación, dado que su obra, ya ampliamente conocida en todo el mundo artístico gallego y español, no deja de darnos cada día nuevas impresiones y por supuesto nuevas satisfaciones. El Realismo Nas es para mí una conjungación perfecta de tres elementos que nos da una nueva visión del Arte.

PEDRO ARDÁ LUBEIRA
Jefe de Actos Públicos y Protocolo de la Excma. Diputación de Pontevedra.

jueves, 16 de octubre de 2008

CAMPESIÑA, 1986

Propiedade da Excma. Deputación de Lugo

A mazá, 1998


domingo, 5 de octubre de 2008

MEMORIA DE UN IGNORANTE- POR MANUEL ORÍO SOBRE LA OBRA DE DIEGO DE GIRÁLDEZ.

Reconozco que no soy ningún experto en pintura, y mucho menos, en pintura contemporánea. Muy al contrario, la plástica que hoy se desarrolla me es tan ajena como le resultaría un teléfono móvil a Leonardo. En definitiva que, como dicen muchos de mis amigos que entienden, a mi se me paró el reloj con un tal Francisco de Goya y Lucientes, aquel aragonés que, antes de ser sordo ya era genial y después de perder la audición, ascendió al lugar donde sólo se sientan los dioses. Particularmente, interpreto que la cuerda me duró un poco más. Muchos se sorprenden cuando les aseguro que mis pintores favoritos- después de don Diego, don Francisco, don Bartolomé Esteban y don Rembrandt- son los artistas españoles del siglo XIX, aquellos académicos pinceles que se empeñaban en recrear, fundamentalmente, estampas históricas de hondo dramatismo y crispados acentos. Es decir, Antonio Gispert, Palmeroli, Pradilla, Los Madrazo, Esquivel o Becquer, por poner ejemplos capaces de ilustrar estas, a juicio de algunos, estrafalarias preferencias. Esos lienzos, a menudo gigantescos, en los que se nos muestra con acendrado realismo el fusilamiento de Torrijos y sus compañeros de conspiración, la reina Juana la Loca acompañando a su augusto esposo Felipe, de cuerpo presente,por las yermas tierras de Castilla o el rey Amadeo, en actitud orante, ante el cadáver de Prim, representan una muestra de esa plástica, para algunos pasada de moda y para otros, como es mi caso, enteramente fascinante.
Resulta evidente que mis gustos en materia pictórica se mantienen fieles al realismo, probablemente porque, como pobre ignorante, no he sido capaz de saltar ese peldaño que convierte las formas en sueños, la carne en pensamiento y la geometría en metafísica. Sólo Dios sabe si, en efecto, las formas están absoletas, y si pintar un caballo es propio de estilos apolillados, pero en Diego de Giráldez percibo, entre otras gracias, muchos de los atributos que me agradan y, entre ellos, no es el menor, un concienzudo trabajo de excelente dibujante bajo los colores y el tratamiento de la tela, una herramienta que, en las nuevas tendencias, parece haber caído en el olvido, algo que no acabo de comprender. Olvidar que el pintor ha de ser un gran dibujante es lo mismo que aceptar la ignorancia de un periodista en materia de Gramática o lo de un médico, en Anatomía.
Colocar en fila los méritos y galardones acaparados por Diego de Giráldez no es el menester de este escrito. Si lo es, destacar su madurez de artista, el paulatino desarrollo de su aventura vital reflejada cada vez con mayor nitidez y serenidad en las telas, su noble dominio de los recursos del oficio, adquiridos por él mismo seguramente con pintura que a mí, personalmente, me satisface mucho.

MANUEL ORIO
Periodista, Director General Adjunto del Atlántico Diario. (Galicia).

jueves, 2 de octubre de 2008