sábado, 18 de octubre de 2008

EL ESPEJO DE DIEGO DE GIRÁLDEZ- POR JOSÉ A. PEROZO

Ese empeño de los críticos especializados por catalogar y clasificar las obras de arte es una costumbre del siglo XVIII de la que nos costará desprendernos. Semejante tarea de compartimentar la realidad ha cimentado en nuestros cerebros la impresión de pertenecer a un gran museo de la vida para el que los artistas e intelectuales crean permanentemente. Todos nos empeñamos en apresar la realidad, ya sea desde la plástica, desde la literatura o desde la información para legarla al futuro. Pero ¿qué es la realidad ? ¿Cuál es la realidad ? ¿Existe la realidad ?La interpretación de la vida está sujeta a la visión del artista del observador. Y no todas las visiones se corresponden con los mismos parámetros. La racionalidad del ser humano nos permite contemplar un mismo objeto e interpretarlo de mil formas distintas. Cada uno de nosotros llevamos dentro un espejo propio que manipula la realidad en función de nuestra forma de ver y de sentir la existencia. Esa transformación es la que hace posible la entidad del arte y las vías de conexión entre sentimientos y modos de comunicar. Por esta misma circunstancia me permito dudar de las etiquetas que los críticos y especialistas suelen adjundicar a la pintura, la literatura, la escultura, el cine, la fotografía... El día que rompamos con ese gran museo del presente seremos más libres y estaremos más abiertos a contemplar el arte sin prejuicios encorsetados.
El espejo de Diego de Giráldez se le han colgado infinidad de etiquetas de las que voy a prescindir en este pequeño comentario. Sin embargo-contradicción de contradicciones- no podré desprenderme de mi propia visión y de la observación que del arte anterior tengo impresa en la mente. Estoy seguro de que Giráldez busca plasmar su realidad por medio de la pintura y su realidad me remite, desde que lo conocí en los años setenta, a otro pintor para mi muy querido: Francisco de Zurbarán. La modernidad de este pintor nacido en A Cañiza podríamos entroncarla con aquella serenidad efectista, y tenebrista al mismo tiempo, del pintor de Fuente de Cantos (Badajoz), que se forjó en Llereda y triufó en la Sevilla del siglo XVII. El cariño que Giráldez muestra por los tejidos y su capacidad para extraer de ellos formas y sensaciones vivas está muy cerca de aquel otro virtuosismo de Zurbarán. El gusto de Giráldez por los bodegones y sus exquisitas composiciones tiene un claro precedente en el trabajo zurbanesco. A la aparente religiosidad, no exenta de componentes terrenales simbolismos, puramente humanos, del pintor de A Cañiza resulta fácil encontrarle una clara conexión con los motivos del pintor de Fuente de Cantos. Resulta curioso que dos mundos tan alejados en el tiempo y la geografía se puedan conectar. Y esa curiosidad no creo que sea ni fruto de la casualidad, ni de las influencias, ni de la imitación. Tengo el presentimiento de que el espejo en el que Giráldez refleja su realidad pueda ser muy similar alque el pintor del siglo de Oro tuvo en su mente y llevó a los lienzos
La pintura de Giráldez no es fruto de la casualidad. Es una obra pensada, producto de la reflexión y de la intencionalidad comunicativa. Este pintor de finales del siglo XX no quiere transmitirnos únicamente lo que sus ojos pueden captar, nos ofrece la vida y la realidad reelaborada. Estoy seguro de que detrás de cada uno de sus cuadros hay una historia o, mejor, una novela, un poema, una posición épica ante la realidad circundante que desea legar al futuro. La suya es una obra aleccionadora; como la de los antiguos constructores de catedrales, sujeta a códigos inconográficos que pueden estar perfectamente conectados con la más vieja de las tradiciones de transmisión de pensamientos e ideas mediante lecturas indescifrables a primera vista. He dejado escrito en alguna parte que Zurbarán también se valió de códigos visuales para construir su obra pictórica y con ella dejar patente una posición ideológica seguramente no acorde con las líneas ortodoxas de su tiempo y su época. Los códigos y el espejo que Giráldez emplea en su obra también se escapan al entendimiento de los profanos. Muchos de sus cuadros, que parecen explicarse por sí mismo, no son tan simples de interpretar. Se le han colgado etiquetas de hiperrealismo, de bucolico, de narcisista, de romántico, de tenebrista...Yo me permito interpretar que estamos ante un autor que piensa su obra y que deforma la realidad según su espejo interior, etiquetas al margen. Como es natural."
JOSÉ A. PEROZO
Periodista, Escritor y Autor de la obra y libro " Tal vez Francisco de Zurbarán ".
Galicia.