sábado, 31 de mayo de 2008

SUSTANCIA E CAMBIO NA PINTURA DE DIEGO DE GIRÁLDEZ- POR CARLOS CASARES.

Non recordo ben, pero a primeira vez que tiven coñocemento da obra de Diego de Giráldez debeu de ser a principios dos anos oitenta, nunha exposición colectiva que vin en Vigo, quizais na Caixa de Aforros.
Daquela, chamoume a atención que fose un pintor un pouco en contra das modas do momento. Tal vez por eso me fixei nel con maior interés.
Sorprendeume que misturase elementos de tipo realista con outros claramente superrealistas. Logo souben que esa era, en parte, a estética que el defendía.
A partir de entón, teño seguido con atención a súa obra, hoxe coñecida e valorada tanto dentro como fóra de Galicia. Creo que non cambiou demasiado desde aquela, o cal non o digo como reproche ou como crítica, senón como mérito.
Normalmente, un artista, o mesmo un escritor que un músico ou un pintor, cambia pouco ó logno da súa vida. Máis aínda, pódese decir que non cambia en nada substancial, por máis que poida evolucionar moitísimo nas formas ou no estilo, que adoitan ser accidentais ou intranscendentes. A noz o cerne son sempre os mesmos.
En Diego de Giráldez, o mundo que nos fala hoxe nos seus cadros é idéntico agora a aquel do que nos falaba hai case vinte anos. Pensemos, por exemplo, nos galos e as galiñas, as ouvellas e os carneiros ou nas pombas e as froitas, por referirnos só a algún dos elementos máis recurrentes. Outro tanto se podería dicir desas figuras en miniatura que aparecen, ás veces, como unha sorpresa, en calquera recuncho das súas obras. Eso, polo que toca ó plano dos significados.
En canto ó plano das formas, por entendernos na utilización dun termo convencional, segue amosando agora, igual que hai anos, idénticas predileccións cromáticas . É dicir, a mesma inclinación cara ós brancos e os negros, que tan brillantemente se conxugan nun dos seus mellores cadros, o titulado " A paz", do ano 1995.
Os cambios producíronse seguramente nun plano menos importane e decisivo, como son os recursos formais. É probable que os primeiros cadros que eu vín, alá a principios dos anos oitenta, como dixen, fosen máis barrocos, incluso máis expresionistas. Neste sentido, penso que houbo unha evolución.
Estas evolucións, en xeral, nos bos pintores cosisten nunha mellor aprendizaxe da técnica, por un lado, e nunha adaptación máis cumprida destas ó mundo que se quere desvelar. Só cando coinciden ambas as dúas cousas, a saber, a realidade representada e a forma en que se representa, podemos falar de acerto expresivo.
Conseguido este, o pintor é dono do seu mundo e da súa obra. Estou convencido de que Diego de Giráldez chegou a ese estadio e que agora pinta con máis libertade. É a libertade que a un creador lle dá sempre a seguridade na utilización dunha técnica que emprega con naturalidade igual que non somos conscientes de que respiramos tantas veces por minuto ou que vemos a
través dos ollos ou que os moventos da man obedecen a complexísimas secuencias de tipo neuronal.
Chámame a atención que a crítica se teña fixado máis nos aspectos externos da obra deste pintor que nos internos ou esenciais. Con frecuencia, o acento póñeno no realismo, que para min é como a pel que envolve a carne que está debaixo. Esa parte é inequívocamente poética, ou sexa misteriosa. E o misterio na pintura de Diego de Giráldez, ven do mundo dos soños.
Por eso a min me parece que a sua obra é superrealista.
O realismo é aquí simple cortesía, amabilidade do pintor para o espectador. Sobre esa de boa veciñanza edifica el o carácter onírico da súa pintura. Creo que é esa a parte da visión da realidade que nunca cambiou. E que xa non poderá cambiar.
CARLOS CASARES
Escritor y Presidente do Consello da Cultura Galega.

viernes, 30 de mayo de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ., UN PINTOR FILÓSOFO REALISTA - POR LALO VÁZQUEZ GIL

Hace algunos años- estaba yo en Valladolid-, algunos amigos me dijeron que exponía un gallego excepcional, una colección pictórica realista, surrealista o "casi", que no dejase de verla y que les diese mi opinión. Un profesor vallisoletano que había dado clases en un Instituto de Vigo, me dijo que era "onírico". Con lo que se acercaba, evidentemente, al surrealismo y que ¡ era vigués! "¿ lo conoces?" "Debo conocerlo". Y enseguida añadí: "Si es, si pinta como dices, seguro que es Diego de Giráldez".
Y lo era. Allá me fui y aunque no estaba en la sala gozamos y comentamos su pintura filosofando y lucubrando en torno a su obra.
La muestra era verdaderamente excepcional y se celebraba en la acreditadísima sala del Centro Gallego, sociedad cultural, artística y difusora de todo lo gallego, con amplias miras, de gran prestigio en los medios entendidos y cultos de la ciudad de Felipe II. No me extrañó que la exposición alcanzase tanto éxito en una ciudad conocedora del buen arte. Jamás me defraudó Giráldez en ninguna de sus salidas. Y aquí menos- en Valladolid, porque todo el mundillo artístico se hizo lengua de su buen hacer y así presumieron sus amigos y sobre todo los gallegos vallisoletanos.
Todos los visitantes entendieron el arte de Diego de Giráldez, que transciende más allá de lo gallego para hacerse universal en ese mundo de símbolos que introduce en su obra con pinceles de paciente pintor, de medidor, sin prisas, del tiempo, del último detalle visual hasta alcanzar esa perfecta realidad no exenta sin embargo, de su huella personal intencionada.
Porque el pensamiento, su sentir, sus deseos, sus ideas, sus mensajes, sus secretos, Diego de Giráldez no los expresa solo con sus representaciones, con la composición extraña, filosófica, a veces tétrica o advertidora de que hay un mundo esotérico y exotérico.
Diego de Giráldez lo manifiesta también con la exactitud de visión y de plasmación material, a propósito, situándose fuera de la órbita de la moda algunas ya demodés, en un punto que ha querido escoger a conciencia sin encansillamientos absoluto y en el que se mueve por convicción.
Así, sus figuras, esos cristo extrañamente crucificados, esos paños, esas aves, esos objetos vulgares- enriquecidos- van más alla de la materialidad ya simbólica tópicamente si misma y se transforman en algo más sublime porque Giráldez las conjuga y las envuelve, invirtiendo y trastocando sus significación iconográfica.
Y ahí está la dificultad para entender la pintura de Diego en su simplicidad.
Hay en sus cuadros algo que nos inquieta, que no llegamos a entender absolutamente..."
LALO VÁZQUEZ GIL
Periodista, Escritor y Cronista Oficial del Ayuntamiento de Vigo.

lunes, 19 de mayo de 2008

Obra de Diego de Giráldez

Galo africano, 1995


Descanso no verán, 1997


Durmido destapouse, 1995



sábado, 17 de mayo de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ, BELLEZA MÍSTICA- POR JOSÉ FERNANDO SÁNCHEZ RUYZ

Diego de Giráldez, visita por primera vez la población manchega de Alcázar de San Juan como artista maduro en la primavera de 1995. Mostrándonos una excelente exposición de sus pinturas que aún hoy cuatros años después es recordada con interés por los aficcionados a las artes plásticas y los artistas de la zona. Fruto de su entrega personal al mundo del arte y la cultura, se cuenta entre los fondos del Museo municipal del Alcázar de San Juan una de sus obras.
Ahora, unos años después y tras haber seguido su trayectoria de artista activo, plasmaré, para conocimiento general, algunas ideas y reflexiones que me sugiere la contemplación de su pintura.
Este artista es uno de los pocos artístas coetáneos, activistas de su propia obra, que en una considerable trayectoria, todo el último cuarto del siglo XX, mantiene la ilusión y la importancia del primer momento, lo que nos presenta un artísta confiado en su propia obra, satisfecho de ella misma y capaz de transmitir con ella el mundo personalísimo entre rural y existencialista que plasma en sus cuadros.
Naturalismo, abstracción y surrealismo, dicen que son la base de la pintura de Diego de Giráldez, superponiendo en sus cuadros conceptos y formas de estas tendecias. El mismo presenta su pintura como realismo NAS. La pintura de Diego de Giráldez resulta de esta manera popular y a la vez existencialista, donde cada espectador de sus cuadros puede sumergirse en diferentes planos del discurso del pintor.
La relación del hombre con su entorno se convierte en un estandarte de la obra de Diego de Giráldez, no en el sentido al que estamos cotidanamente habituados sino en una relación profunda donde aparece con importancia paralela la intervención de la humanidad en su entorno natural, en un concepto abstracto, de interrelación hombre-medio, donde el humano se mide ante el mundo reconociendo su incapacidad de mejorarlo, sobre este eje central la obra de Diego de Giráldez desarrolla su simbología y una estética personal que consiguen identificar a sus pinturas y darles marca de autor
La medición del mundo de lo elemental, de lo básico, de los principios en su obra es una lucha permanente entre utilizar la humanidad como referente a través de las ideas y las situaciones, frente a la naturaleza mágica de la cotidianidad como otro referente, la otra vara para medir los pasos de la humanidad.
Sus fondos puros, presentan figuras que se llenan de importancia en la idea que les da el cuerpo, junto a animales, enseres, objetos, elementos vegetales que generan un ambiente mágico lleno de belleza mística, muy personales de su autor.
Sus gallos, palomas, conejos, corderos, peces, pájaros y elementos vegetales componen un universo propio donde la humaniad queda equilibrada como otro elemento más de la naturaleza, en la profundidad de las filosofías naturalistas y armónicas de civilizaciones arcaicas, es como si nos quisiera recordar que cualquier actuación en nuestro territorio por pequeña que sea repercute en todo nuestro entorno.
Magia, respeto, emoción, ecología y armonía están presentes en la obra de Diego de Giráldez, el pintor que desde hace veintincinco años nos enseña que la belleza de las cosas también puede representarse sobre fondos tenebristas. Porque la belleza de la pintura reside en un ápice de reflejo del propio conocimiento de la vida, que el espectador se encuentra en todas las pinturas de Diego de Giráldez.
José Fernando Sánchez Ruyz
Escritor, Poeta y Director del Museo del Alcázar (Ciudad Real)

viernes, 9 de mayo de 2008

DIMENSIÓN POÉTICO DE LA REALIDAD EN LA OBRA DE DIEGO DE GIRÁLDEZ POR - JOSÉ ANTONIO CASTRO FERNÁNDEZ.

Sin lugar a dudas, Diego de Giráldez es ya, y por derecho propio, uno de los grandes pintores de la realidad, pero una realidad que bebe en el ancestro poético de tintes bucólicos, alejada de la descarnada vocación perfeccionista "hipe" a secas, o de un naturalismo neo" y descarnado que vitalmente hace propuesta dialéctica con la vida misma. No es aquel realismo existencial de la América de Ginsberg, ni siquiera el más atemperado del pintor galo Baltus.
En su "naturalismo" hay un querer poetizar y cubrir de enigmáticos misterios lo cotidiano, aprender la esencia y la belleza de las cosas en su totalidad, vitalizar con supremo amor o con la emotividad de un romántico/tenebrista la sublime presencia de un bodegón que se pierde en el oscuro espacio del telón infinito que es el fondo y contraluz. Espigas, frutas, flores, cestos..., bodegones refinados con sutileza panteísta, aparecen dignificados en su mismo detalle o en su situación de primeros actores, entre ese negro telón de mil irisaciones y el espectador. Pocos veces un objeto trivializado ha sido tratado con el mimo acariciante de Giráldez, pocas veces ha logrado un pintor el carisma de esta nueva dimensión que es el raro sabor poético del que hace versos en la noche con un pincel, generando un lirismo y un "acercamiento a lo orgánico vitalmente verdadero". como dice en su Abstracción y Naturaleza Worringer... Pero no se produce ese acercamento y lo confirma el mismo Worringer -porque se haya querido representar un objeto natural apegándose fielmente a su corporeidad, sino por haberse despertado la sensibilidad para la belleza de la forma orgánica y vitalmente verdadera y por el deseo de satisfacer esa sensibilidad rectora de la voluntad artística absoluta.
A la par que la capacidad de sugerir liricamente, desde su peculiar realismo poético, hay en Diego de Giráldez un deseo de afirmar el buen oficio, las armas del " buen hacedor", que se manifiesta, a veces, con la ténue presencia inadvertida de una ausencia que es el objeto mismo.Véanse sus figuras escenificando una actitud perdida en el espacio, centradas en las crispaciones psíquicas de sus rostros o en el pathos que la domina, en medio de un tenebrismo que trata de sonsacar palideces a la oscuridad, el mismo que hacia mutar la presencia sólida del bodegón.
Composicones y luces que definen un negro espacio telúrico sin fin, sutileza y misterio, emotividad y poético sentir... son cualidades que nos acercan a la realidad pictórica de Diego de Giráldez, porque, incluso, en cualquier parte, en cualquier momento y lo decía el mismo Picasso, " del más pompier al más pompier, del más moderno al más moderno o que se cree tal, está siempre la realidad".
Hoy, nuestro mundo artístico ecléctico, manierista, desinhibido, dionisíaco y postmoderno acerca la realidad como una poética más, la opción de Diego de Giráldez es un ejemplo de esa recuperación de un pasado intemporalizado, vigente en un eterno presente que, como decía el viejo maestro nunca pierde actualidad"
José Antonio Castro Fernández
Crítico de Arte y Profesor de Arte Contemporáneo de la Univerdad de Vigo

domingo, 4 de mayo de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ. PUENTE FERROVIARIO DE REDONDELA -POR RAFAEL RUÍZ SANCHIDRIÁN

En el Museo Nacional del Ferrocarril y más concretamente, en la sede de la antigua estación de Madrid Delicias, hay un cuadro de Diego de Giráldez. Se titula "Puente Ferroviario de Redondela" y entró en el Museo en el año 1987.
El Museo del Ferrocarril acoge una magnífica colección de objetos ferroviarios que van desde grandes locomotoras hasta pequeños modelos. No es un museo de pintura, pero también tiene cuadros con motivos diversos, entre ellos y respetando todas las opiniones, siempre me fijo y debo reconocer que tengo más cariño por aquellos tienen motivos ferroviarios.
El ferrocarril ha sido fuente de inspiración para muchos artistas y le ha permitido desarrollar sus inquietudes y habilidades.
Cuando en ocasiones enseño personalmente el Museo y comento algo sobre los cuadros, presumo del cuadro del Puente de Redondela. Se trata de un cuadro que no es realista pero se acerca, no es abstracto pero se aproxima y sobre todo atrae al visitante y a aquellos que conocen Redondela o que han viajado en tren por Galicia y conocen sus puentes. Inmediatamente lo reconocen.
En el Museo Nacional del Ferrocarril sabemos menos de artes plásticas que de trenes, pero sí que sabemos apreciar un cuadro ferroviario hecho con cariño y que tiene algo de misterio.
Rafael Ruíz Sanchidrián.
Director del Museo Nacional del Ferrocarril (Madrid)

REALIDADE E VISIÓN CREADORA EN DIEGO DE GIRÁLDEZ -POR ANTÓN FRAGUAS FRAGUAS

A realidade de visión creadora do pintor Diego de Giráldez, un artista que podemos colocar no grupo dos independentes no mellor asento dos realistas. Un pintor contemplativo amante do mundo que nos rodea, un máis dos amantes dun lugar de mar e terra nunha paisaxe humanizada ou un mar polo que naden os suspiros dos que van e vén que o artista pintor contempla con paixón cautivadora sempre estacional Giráldez reproduce con tono sempre suaves esa gracia mariñeira.
As misteriosas ondas nas que o barco sobe e baixa blanquexando na loita contra a firmeza da terra; a impresón do artista repite na estampa do seu legado, como vivencia forte, a loita da auga contra a firmeza da terra. O poeta pregunta inquedo polo suspiro da inqueda dama, a onda se veu o amigo e se vai logo. A tardanza ten a triste saudade da ausencia e o pintor acude cunha imaxe do máis gracioso rincón do mar.
Un cadro de Digo de Giráldez é todo un poema musical que percorre a nota que se entretén no floreado rincón da baixada para a ría na encosta deshabitada.
O pintor e xenial artista que vai interpretando os difrentes momentos do ano ós que Don Ramón Otero Pedrayo deu o seu valor xeográfico. A estampa máis vella ten os dous grandes pasos: a primavera e o outono, fixando o seu encanto nas maceiras en flor na primeira e un souto de castiñeiros ou un viñedo no segundo. O pintor comtempla ou rodea cun pensamento de luz e de cor, pode ser unha paisaxe humanizada, na que hai un expresionismo que unha visión tan realista nos fai pasar por un camiño visionario de historia que fan do pintor un xenial intérprete en cor e forma de realismos contados con realidade e sinxeleza.
Estamos falando sen ser crítico de arte, movidos, eso sí, polo que vemos, e por iso pensamos no encanto de dar recollida o visviseo da onda máis baixa coa que chega o mar á terra. O artista, este pintor, ten un espirito tan altamente creador que fixa as súas estampas, todas moi ben dispostas no máis fino realismo.
Antón Fraguas Fraguas
Cronista Oficial de Galicia
Presidente del Patronato del Museo do Pobo Galego

viernes, 2 de mayo de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ: TIEMPO DE OFRENDAS- POR ROMÁN PEREIRO ALONSO

En tiempos difíciles para la pintura, en el sentido más tradicional, Diego de Giráldez, ajeno a modas o "ismos", consigue la vigencia de su arte al situarlo en ese espacio de yuxtaposición ideológica y obsesiva de lo real.

El arte, entre sus múltiples formas de expresión acoge una vez más la realidad, desde una visión personal que acepta el mestizaje de imágenes y costumbres resultante del encuentro de dos mundos conceptualmente antagónicos... el artista asume el pensamiento simbiótico resultante del ruralismo- urbano y dirige su mirada en busca de la sensibilidad y las cosas que van quedando retenidas en el tiempo. Sus cuadros son fuentes de evocación que exponen sentimientos íntimos de la memoria. Presencias y encuentros con las últimas ofrendas de la aldea. Diego de Giráldez es el mago que invoca la permanencia del nombre las aves, el misterio de los objetos y los emblemas rurales..., es eloferente de la tribu, estigmatizado para los milagros.

Hay en la obra de Diego de Giráldez una mística de vida y sacrificio. Una paloma, un cordero o unas gallinas recién salidas del corral que esperan en un rincón de penumbra el momento de asumir el protagonismo de la inmolación.

Otras veces busca en un espacio de telas, soledad y silencio, todo el símbolismo reparador de la cultura, EL "Agnus Dei", cubierto de rojo litúrgico, preparado para el ceremonial del sacrificio. Igualmente dispuesto el "Cristo Hombre" (1982), uno de sus cuadros más emblemáticos pintado con sabia ejecutoria en la cumbre de su carrera. Un Dios, al tamaño natural de un hombre, que se resigna a un trágico destino: Un giro de pesadumbre en la cara, arrodillado y desnudo, con los mínimos elementos complementarios para el máximo poder evocador.

De igual modo busca Diego de Giráldez el simbolismo en los pequeños formatos y no por su tamaño y sencillez pierden capacidad de emocionar. Las cosas sagradas del hogar y de la tierra. Tesoros que fueron de un mundo rural que se desvanece en la metrópoli: Un puñado de castañas o unos huevos "morenos". Una pluma de ave que emplaza el sentido más delicado del tacto... ,o un pan sacramental sobre el impoluto paño que lo preserva. Presencias reales reteniendo el misterio poético de una cultura que se aleja.
Cada cuadro de Diego de Giráldez es una ofrenda que nos remite a la memoria de la aldea. Un lugar y un tiempo, más o menos lejanos, nos los ofrece el artista con la frescura de una sorpresa, como un afortunado encuentro lleno de sugerencias. Diego de Giráldez dibuja sus ofrendas envolviéndolas en una luz tamizada por la añoranza..., una luz crepuscular; esa misteriosa e íntima luz que vibra en la proximidad de la sombra. Así nace un recital de veladuras para alcanzar un cromatismo refinado y contenido que soluciona con fórmulas propias, aglutinando gamas, avecinando tonos casi idénticos, para conseguir finalmente una atmósfera cargada de nostalgia.
Naturalezas quietas...¡No muertas! un gallo pleno de deseos de libertad para marcar nuevamente su territorio. Unos erizos de castaño todavía con el aroma del último otoño. Un cristal reciclado en florero, para un fragmento de rama de manzano que en sus flores mantiene una esperanza de vida.
Acierta Diego de giráldez cuando denuncia la fogacitosis urbana que hace crecer un campo de hortalizas, en verdes desgarbados, dentro de una estrecha limitación metálica, lugares en los que el cordero o la paloma o el gallo, se siente extraños prisioneros.

Román Pereiro Alonso

Comisario Museo R.C. Celta y Presidente de la AGCA. (Galicia)





jueves, 1 de mayo de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ - REALISMO HIPERSENSINBLE, LUZ PROFUNDA DE LA TIERRA GALLEGA- POR JOAN GÓMEZ VINARDELL

La obra de Diego de Giráldez. Un cuadro, en el fondo jugando con el claroscuro una pluma de ave, acerqué mi vista y descubrí que no era real. Un dibujo, una pintura, un holograma, un efecto óptico... surgía del negro hacia la luz, una pluma de ave ella era un mensaje- una llave que estaba abriendo una puerta y el paso al conocimiento de un pintor: Diego
Realismo hipersensible..., sigo sin conocer en profundidad su obra. El tiempo y las circunstancias tienen su palabra, mis pasos no sé hacia donde me conducen, espero que en la encrucijada de caminos, un día me lleven hacia la obra de Diego. Una obra que gira alrededor de la luz, una luz que circula del negro hacia el blanco, una luz profunda de tierra gallega, luz que me recuerda a Rosalia; "negra sombra que me asombra", y recitando, recuerdo Vigo, recuerdo Galicia y no siendo gallego percibo la "morriña" del recuerdo, de una luz y de una sombra " facendome mofa", tintineando dentro de la luz del pasado: La Paz 1995, Cama y Paloma, Negro y Blanco, celda y monasterio entre las brumas desciende desconocida, incomprendida que siente y vive y que lanza mensajes en caminos desiertos, ramales del Camino de los caminos que, desde tiempos ha, conduce hacia la tierra de Santiago,. Lugar en donde viven artistas que expresan gráficamente las luces de su alma, intentando en el sueño... comenzar un Comienzo Humano (1987) a través del hombre y el pájaro.
" Y es mormurio do río y es noite y es a aurora", es la paloma, es el gallo, es el maíz, la figura del hombre y de la mujer, " el sueño de la razón produce monstruos". áñado; y nuevas visiones de la realidad, de nuestra realidad contemplada con un particular prisma, que nos acercan a percibir el sueño y a transformar y vivir dentro del sueño.
Joan Gómez Vinardell
Director del Museu d´Estampació de Premá (Cataluña)

DIEGO DE GIRÁLDEZ- UN HOMBRE TRANQUILO- POR FERNANDO FRANCO

No sé si nació con el "de" que precede a su apellido pero, si así no hubiera sido, bien está que se lo haya añadido y apropiado porque le viene al pelo a su obra, esa que te traslada a tiempos de los grandes maestros castellanos. A uno Diego de Giráldez le parece a veces un ser de otra época caído por azar en el presente, la misma sensación que cuando entras en su casa de invitado y todo allí parece pretérito, desde la báscula romana hasta el dolsel de su cama, desde la cómoda con un siglo de vida y de caoba al tocadiscos Dual de aquellos 60 en que era adolescente. Y luego están sus coches sacados del pasado, comprador de viejas glorias ajeno a las últimas marcas y modelos del mercado.
Ahí tienen a un hombre tranquilo y paseante, encastrado en el pueblo y nada amigo de pompas y boatos. Tranquilo pero no callado, ni inactivo ni atado porque parece haber hecho de la España toda su morada cargando con su obra, de museo en museo, de galería en galería como en un frenético "tour" de músicos rockeros. Nadie save cómo hace pero a veces parece imitar a Dios, presente en todas partes.
A su realimo le apellidó NAS, que es naturalismo, abstracción y surrealismo. Un galimatías que sólo él entiende y sólo a él le pertenece, pero que nada importa cuando una obra se explica por sí sola. Sobre el lienzo anda su universo desplegado, poesía y magia, técnica precisa, lirismo despiadado. Que los dioses le confundan, como él parece confundir a veces a los dioses desde las intimidades de su sonrisa inacabable.
Fernando Franco
Periodista: Faro de Vigo