jueves, 1 de mayo de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ- UN HOMBRE TRANQUILO- POR FERNANDO FRANCO

No sé si nació con el "de" que precede a su apellido pero, si así no hubiera sido, bien está que se lo haya añadido y apropiado porque le viene al pelo a su obra, esa que te traslada a tiempos de los grandes maestros castellanos. A uno Diego de Giráldez le parece a veces un ser de otra época caído por azar en el presente, la misma sensación que cuando entras en su casa de invitado y todo allí parece pretérito, desde la báscula romana hasta el dolsel de su cama, desde la cómoda con un siglo de vida y de caoba al tocadiscos Dual de aquellos 60 en que era adolescente. Y luego están sus coches sacados del pasado, comprador de viejas glorias ajeno a las últimas marcas y modelos del mercado.
Ahí tienen a un hombre tranquilo y paseante, encastrado en el pueblo y nada amigo de pompas y boatos. Tranquilo pero no callado, ni inactivo ni atado porque parece haber hecho de la España toda su morada cargando con su obra, de museo en museo, de galería en galería como en un frenético "tour" de músicos rockeros. Nadie save cómo hace pero a veces parece imitar a Dios, presente en todas partes.
A su realimo le apellidó NAS, que es naturalismo, abstracción y surrealismo. Un galimatías que sólo él entiende y sólo a él le pertenece, pero que nada importa cuando una obra se explica por sí sola. Sobre el lienzo anda su universo desplegado, poesía y magia, técnica precisa, lirismo despiadado. Que los dioses le confundan, como él parece confundir a veces a los dioses desde las intimidades de su sonrisa inacabable.
Fernando Franco
Periodista: Faro de Vigo