jueves, 20 de marzo de 2008

DIEGO DE GIRÁLDEZ, UN MÍSTICO Y UN ASCÉTICO. POR GERARDO PÉREZ CALERO

Tan expuesto está el arte a la afectacíón de la palabra, a la altivez del gesto, a la difusión de la imagen, que apenas se consigue percibir el balbuceo de su fondo, la integridad inferior que expresa el sentir, el pulso, el nervio de un artista en el momento de la creación.
Ese aturdimiento continuo y constante que precipita sobre el vacío de una superficie desnuda y blanca una pincelada vivaz, un gesto áspero, un brochazo instintivo y apasionado, más tarde se revelará como pintura con su propio verbo, aunque aparentemente mudo.
La obra de Diego de Giráldez, no requiere exabruptos literarios y afectación verval alguna. Su personalidad pictórica cierra en ella misma su propia esencia. En ella, la realidad es a la vez el objeto y el pretexto de su quehacer artístico.
Ante lo efímero de la existencia, su obra fija el instante de paralizar el paso inexorable del tiempo. No le priva un deseo descriptivo de lo que ve o siente, sino la salvación del olvido. Para ello, en un deseo de detener el tiempo, nos muestra un sugerente entorno real u onírico como síntesis de " su mundo" aprehendido intelectualmente pero tangible y real.
Este mundo toma formas rabiosamente realistas en sencillas representaciones figurativas de bodegones y animales, o en ensoñadoras alegorías que goza de un particular quietismo hermético y parsimonioso con recuerdos metafísicos.
Todo ello no es más que la esencia del realimso del pintor, quien por medio de las líneas y las superficies, del volumen, las texturas del singular cromatismo plástico e incluso la luz empleados, nos trasmite la realidad de un instante que en el cuadro se repite "ad infinitum"
La pintura de Giráldez está concebida como una pura y desinteresada investigación, semejante a un científico o a un filósofo, como búsqueda de una verdad que no podía ser resuelta más que con esa meditación laborisosa en el terreno de la verdad que es para él pintar.
Ésta investigación es la clave de la esencia pictórica de éste maestro pontevedrés. Investigación física y de pensamiento, que gusta expresar el mundo real y el aparente.
Pero, por lo que tengo mirado, más que visto, Giráldez es esencialmente hispánico, o ibérico, en la sencillez, el mutismo, el ascetismo e incluso el misticismo de muchas representaciones.
Así veo,al desde ahora admirado, Diego de Giráldez. Un místico y un ascético de éste final de siglo que nos ha visto nacer. Atento a su entorno y fiel a sus profundas vivencias, las que esperamos se alarguen en el tiempo para goce de los que nos emocionamos con las creaciones magistrales de los artístas.
Gerardo Pérez Calero
Profesor Titular de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y Académico de la Real de Bellas Artes.