domingo, 2 de noviembre de 2008

REFLEXIONES ACERCA DE LA OBRA DE DIEGO DE GIRÁLDEZ- POR LEONCIO VERDERA FRANCO

En el año 1997, fue incorporada al Museo, una obra peculiar, una pintura de técnica mixta y pequeño formato, ralizada en ese año por el artista Diego de Giráldez. La obra representa el busto de un soltado con casco de guerra. "Soldado de Camuflaje" lo titula el autor sobre el lienzo y ofrece una aproximación plástica inquietante a un combatiente, más onírio que real.
¿Quién es Diego de Giráldez?. Se trata de un creador prolífico, autoexigente, de incesante movilidad, que dese 1977, ha realizado más de un centenar de exposiciones. Espíritu solitario, siempre en busca de la perfección tanto en la forma como en la factura, para él, arte y oficio son inseparables. Como expresión de autenticidad marca diferencias, no adhiriéndose a ningún grupo ni teorizando sobre su pintura y, como mucho, Diego de Giráldez se autoasocia enigmáticamente con el "Realismo NAS". ni más ni menos que intento de conjutar naturalismo abstración y surrealismo.
La obra antes aludida evidencia a un pintor de la realidad, del naturalismo, de un realismo poético que sugiere implícito. Muestra el perfil de un soldado con guerrera y casco, sin ningún distintivo ni posibilidad de identificación y, más allá de la inmediata apariencia, nos brinda lo más importante, la esencia del soldado envuelto en un extraño misterio. Y nos deja pensativos.
Inmersión en el negro. Un negro telón de fondo significa a la figura que se encuentra estática entre él y el espectador. Negro espacio sin fin que comunica misterio y nos conmueve. La luz solar está totalmente ausente de la obra y sus luces pueden interpretarse más bién como filtraciones lunares, tal vez de una luna que se percibe ligeramente en lo alto del fondo negro. Giráldez inventa la luz en su obra y nos hace ver cómo esa luna ilumina la figura desde otro lado, incluyendo su silueta en blanco y grises que recorta la cabeza sobre la oscuridad total.
En esta obra, como en su producción restante, los colores son oscuros, con predominio del negro y el blanco y los grises resultantes de su mezcla. Negro en el fondo, grises en el casco y la guerrera y negro en el rostro, tan solo el blanco que recorta la silueta y el blanco de ojo, hacen que se rompa la oscuridad. Sobre fondo, progresivamente siniestro, se quiere destacar la cabeza del hombre y el ojo. Ojo que habrá visto tantas cosas, que habrá llorado tantas vece y que ahora permanece fijo, estático, inexpresivo, como paralizado por una memoria implacable. La figura parece dominada por un pathos, en medio de un tenebrismo sobrecogedor.
Y todo esto Giráldez lo transmite a través de una representación sencilla, humilde y recurriendo a los mínimos elementos plásticos, evitando posibles grandilocuencias en el tema. Estamos ante un simple soldado solitario, pero que se erige en símbolo asumible que representa idealmente a todos y que se puede asociar con cualquier soldado cercano a nosotros. La figura del combatiente no es en fin un retrato, es el conjunto de sus historias, de sus vivencias y el pintor nos hace ver todo el contenido vivencial que encierra la silueta de un rostro. Giráldez, ha buscado en este soldado representar su aura, en una aproximación a lo que permanece inmutable y no se destruye.
Así alcanza la intemporalidad de la obra. El modelo del casco parece informar de un país y de una época del soldado, pero poco más; no podemos deducir cuántos años hace que vivió ese soldado, porque el tiempo aquí se ha paralizado. Esto confiere un misterio, pues parece que el soldado ha abandonado la vida en un tiempo sin definir, asemejándose a un cadaver sin corromper. No representa vida, más bien se muestra como algo incorrupto para la eternidad.
Las obras de Diego de Giráldez producen en fin unas sensaciones que, sobrepasando lo pictórico, despiertan nuestro inconsciente y hacen que no nos podamos desprender finalmente de la imagen contemplada: son obras que siempre atraen aunque sin duda desconciertan. Su pintura, naturalista con tintes surrealistas y oníricos, se ofrece como única e irrepetible y siempre reconocible por las sensaciones impactantes que se transmite desde sus cuadros.
LEONCIO VERDERA FRANCO.
Coronel - Director del Museo Militar Regional de A Coruña, Doctor en Historia.