Sus obras dan vida a la cruda realidad del objeto o alimento de cada día, protagonista y no pretexto, a la fruta o al frutero, a la espiga o al pan, a la candela o al tronco, al cacharro de metálicos brillos..., visualizados con el magicismo de una hiperrealidad más retinal que real.
Su realismo radiográfico, afanoso de reproducir las calidades las texturas, la "psicología" , la rugosidad o vitalidad del objeto, se dinamiza plástica y tactilmente sobre el fondo neutro de oscuridades, denotando Giráldez la capacidad de transmitirnos sus valores más pictóricos, sus contrastes lumínicos, una estudiada composición, a veces intelectualizada en una espacialidad de claroscuridades, o simplemente de " claridad relativa" wolffliniana o el justo colorido matizado en sus contrastes.
Nuestra disposición retinal, a distancia, permite ver el perfecionismo hiperreal que impone el pintor a su obra... Nuestra aproximación, deja entrever los patrones y la factura, cargada de humanidad detallista, reflejando no la intemperancia sino la paciente templanza de su autor, portador en su obra de una especial filosofía comunicativa, de una capacidad reflexiva, aquella que nos transmite el objeto cotidiano con su presencia.
Giráldez, joven pintor de largos recorridos por otras tierras. Los objetos de su inconografía artística dan un lenguaje que siempre es universal en su figuración y latente en su contenido, el realismo de la naturaleza.
Anton Castro
Galicia