sábado, 12 de abril de 2008

EL PINTOR DIEGO DE GIRÁLDEZ, POR MANUEL OSUNA RUÍZ

Hace años, cuando dirigía el Museo de Cuenca entré en contacto con este pintor que terminó teniendo presencia fija con una de sus obras en el Museo. La obra es de primerísima calidad.

En 1997 ocupando la Dirección del Museo de Huelva, entré de nuevo en contacto con nuestro pintor. Sus creaciones pueden ser admiradas en muchos museos, como puede verse en su currículum, y en estos momentos también en un museo monográfico dedicado a su obra y que visitaré en la primera oportunidad que tenga.

Varias son las reflexiones que quiero hacer, obviando la crítica a su buen hacer pictórico al que otros profesionales han dedicado interesantes escritos como han leído o verán en esta publicación. Estas reflexiones mías, las hago como museólogo y como trabajador de la cultura, que es lo que en última instancia me considero.

Vaya por delante un principio: En el Museo de las Artes Plásticas de fin de siglo, hay una atomización tan extremada que hoy son prácticamente desconocidos para los visitantes de los Museos con fondos de artistas contemporáneos, no sólo los más jóvenes, sino los que no tienen un peso específico a escala local que no siempre son los que investigan y profesionamente se dedican prioritariamente a la creación artística. Las figuras consagradas a escala nacional o internacional son casi inasequibles para los Museos Públicos no así para los hacedores de colecciones de entidades bancarias o fundaciones.

El papel de las Administraciones y de los Museos Públicos ha de ser el formar las colecciones de Arte Contemporáneo y esto puede y debe hacerse, y de hecho así ocurre, apostando por el Arte de nuestro tiempo, con una política continuada de adquisiciones y con exposiciones temporales de los artístas locales así como con los galeristas, verdaderos héroes al menos en las pequeñas poblaciones.

Por último, y es el caso que nos ocupa, otras colecciones de Arte de nuestro tiempo se deben a iniciativas personales de los artístas: Saura en Cuenca, Benjamín Palencia en Albacete o Diego de Giráldez en Pontevedra.

Es el caso del artista-mecenas. Cierto es que una de las metas de todo creador es que se conozca su obra, su quehacer a lo largo de una vida, pero no todos los artístas se desprenden altruistamente de su obras.

Diego de Giráldez, como Saura y Palencia, al menos para el Museólogo, son un ejemplo a seguir.

Manuel Osuna Ruíz

Director del Museo de Huelva.