sábado, 22 de noviembre de 2008

A DIEGO DE GIRÁLDEZ: UN PINTOR INTELECTUAL.- POR RAMÓN FARALDO.

Llueve, llueve sobre Finisterre. Tampoco falta el verde venenoso del relámpago.
Pero es igual.
Aunque cierto arcángel sonase las trompetas del juicio final, él seguirá ante su caballete impávido dando nacecencia a una fe, a una metafísica o mitología celeste a veces, purgatorial casi siempre.

Tus temas son el apoyo
de una búsqueda infinita,
de una pasión de distancia
de misterio de conquista.
También las aves se apoyan
antes de iniciar sus giras
de este mundo al de los astros
de esta orilla a la otra orilla
de nuestros breves islotes
a las más lejanas islas.
Lueve, llueve sobre Finisterre. Violentamente, ferozmente y mi casa se incendia, y tú sigues, aunque revienten cielos y tierras. Porque para ti
El mundo duerme. Tu pintas
a golpe de sombra y nieve,
de cerezas y de espinas,
de clavos, cuerdas, maderas
de tu sangre y tus caricias
esas cruces como espadas.
No sólo del que sufría:
la de tantos victimados,
por el siglo de Hiro-Shima.
Pero ¿de donde, cómo, de qué entrañas misteriosas surges tú? Etnicamente, menudo, con tus delicadas
manos, tu perfil entre druida y hebraico, tu incesante movilidad-Santander, Soria, Barcelona, Lugo, París, Lisboa. Geográficamente de La Cañiza, esa especie de crater gigantesco, lugar de leñadores, madereros, pastores, con sus piedras violetas, su fronda en cuyos nocturnos nevados o estivales, parecen escucharse aún las voces de Curros Enriquez, Juan Guillade y Macías el Enamorado, si en aquellas laderas perfumadas de arándanos de fresa, de malvarrosa, todo vegetal, mineral y humano, parece trepar hacia la altura, no puede originarse, empujarse, izarse tu ansia de vuelo, de soledad, de ver este purgatorio este infierno de vida en el que existimos los que no nos llamamos Diego de Giráldez, ni nacimos, como tu, al Este de Edén.
(Sigue lloviendo y el viento nos amenaza con su aullido y su imprecación insultante)
Después de todo:
"Creer o creer no importa".
También el arte agoniza
y renace, cada aurora,
de entre sus propias cenizas.
Y tus frutos, que semejan
estatuas de las semillas,
alentados monumentos
de cosechas y vendimias,
no sepulcros, no requiens,
himnos de vida.
Porque el peligro, pintor
no se llama olvido, no
se llama melancolía.
Tú los sabes bien, Giráldez,
no es preciso que lo diga.
¡Si hasta tus dulces abuelas
parecen trozos de encima
y se hacen llamar de ti
cómo personas queridas!
y así tantísimas cosas
de desván o buhardilla,
dolientemente olvidadas
dolientemente marchitas
" que tu amor rejuvenece, resucita,
desde las piedras desnudas
a nuestras manos vacías".
Dime quién eres, Giráldez.
No cabizbajo, ni de rodillas
sino de pie y sin rubor
honrando tu dinastía,
tu linaje, y esos montes
soberbios de tu Cañiza.
¿De dónde llegas pintor ?
Hay, antes de ésta, otra vida,
¿qué fuiste en aquella?, Amigo.
¿Legionario o alquimista?
¿Hombre de ciencia o espada,
buscador de maravillas
de filtros o de tesoros.
Por ciertas tierras perdidas?
¿Hechicero de una tribu
allá en las lejanas Indias,
o quizá gran oficiante
de algún enclave celtíbero,
antaño nido de águilas,
hoy sólo nido de mirlos.

Diego de Giráldez, deja que el tiempo duerma, porque el arte no duerme jamás.
Tus bodegones. Mimbres, espigas, hortalizas. Aquel inolvidable serafín del corral, que vi en tu exposición de antaño, pero que no he olvidado. No lo que ve cualquiera sino lo que ves tú solo. Aquella mesa hipnótica. Tu horticultura, y ese plano nocturno que los envuelve, no es una tiniebla, es una aurora de tu invención exclusivamente tuya, en la que seguirán perfumando, eternamente verdes.

¿Y los retratos? ¿De que ? No son tales retratos, son historias, figuras fisinomizadas, crónicas con pómulos y con ojos de viejos Druidas, que en tus obras, parecen saber más de nosotros que nosotros de ellos.

No hablan, luego no pueden insultar. No se mueven, luego no pueden lastimar. Ahí están enseñándonos lo que es saber callar.

El misterio crece, y se agiganta. Inútil preguntar. No hablas de nadie que pudo enseñarte algo, pues todo lo que te enseñaron sólo te sirvió para olvidarlo.

¿Y aquel Cristo hombre ? ¿Quién es ? ¿Aquel que murió junto al Eufrates, o una víctimade Dachan o de Argeles como Antonio Machado, de los gases nazis o de las checas siberianas ? ¿El símbolo de todo ? El yo acuso o quizás el yo perdono de tanta maldad disfrazada de criatura. Para cualquiera, esa y otras plastificaciones más recientes como "Reflexión a la vida " que a mi me hacen oír aquellas coplas de comendador " recuerde el alma dormida, olvide el sexo y despierte, contemplando como se pasa la vida ". "El pavor de partir ", sobre el dramático éxodo de ultramar de tantos hermanos que una vez bajo la estrella austral sufren de la partida. ¿Y por qué no ha de ser así ? Y tantas, tantas preguntas, cuya respuesta es siempre clara y esperanzadora.

Te confunde, amigo mío,
quien te llama realista
si no fueses más que eso
yo estaría en otra silla.
¿Qué viene hacer aquí Balthus,
Woringer y otros escribas ?
¿A quién te pareces tú ?
A nadie, que yo conciba.
Tu te pareces a ti.
La libertad es tu insignia.
Si te dicen bodegon
tú podrás decir mentira.
"Tu bodegón es la piel,
tu alma, filosofía,
sobre un cierto infinito,
una magnitud estelar;
aquel "Futuro Vigor "
aquellas locas floridas
que vislumbró aquel poeta
ave del norte perdida
que viajó hasta el infierno
y nos trajo su misiva.
Si te dicen que retrato,
tu eres más que retratista
tu investigas en tu rostro
aquello que comunica
una frente con su estrella
unos ojos con su prisma
de eternidad, de destino
de infierno o de eucaristía.
Tu buscas en lo que muere,
el aura, la siempre viva
que detrás de cada ser
le dá derecho a ser algo,
algo más que ceniza.
Y los paisajes igual.
Tu serena ortografía
los convierte en testamento,
en cosa jamás marchita,
que ni el fuego, ni la chispa
del rayo, ni la desidia
de pastores pisteros
podrán destruir jamás,
como asunto que se olvida.
¿Me engaño Diego Giráldez?
¿No es esto lo que te intriga ?
Un poco más, y termino
esta larga pesquisa.
Quizás el cuerpo del silencio
y su larga teoría
de lugares y de razas
de siervos, de jerarquías,
te hacen soñar, cada aurora
en trazar su estatua viva
su pintada radiografía
pues no es igual sobre el mar
que sobre un ramo de lilas.
¿Y el plumaje de la noche
sus bellas hidrografías,
sus mil rostros inmutables,
no provocan tu osadía
tu insomnio, tu soledad
tu jevenil bigarría?
(Sigue lloviendo, noticia aparte.
Y no hacía arriba, como dijo Vallejo
A propósito de su Lima, sino hacia abajo,.
Calando la tierra con tus
Pinceles sobre el más acá y el más allá)
Y ahora suena el momento de eso
quel laman crítica dice Santiago Amón,
"Diego de Giráldez sabe que el arte es
absolutamente inseparable del oficio.
Sabe también que el blanco más blanco
nace de la explosión comunitaria de todos
los colores y que el negro más negro
surge cuando la noche se apodera del fulgor
del arcoiris. Lo demás es cosa que depende
de la forja diaria de su mano sobre la faz incitante
de lienzo". Lo dijo Santiago Amón nuestro
desventurado amigo.
" Ni aquel realismo existencial de la América
de Ginsberg, ni el más atemperado del pintor
galo Bathtus". Habló Castro Fernández.
Francisco de Pablos habla de Berrugete,
Bermejo, Jaime Theguet, etc.,etc.
Ruego perdón a mis distinguidos colegas.
Pero ¿qué tiene que ver
"Tus gallinero: suerte de ascensión al limbo
de los justos, que tiene tanto de cuadro
como de "Bienaventuranza" (bienaventurados
los pobres de espíritu porque de ellos es el
reino de los justos) y ese mastín que observa
la naturaleza, con más penetración y respeto
que muchos mortales".
¿Y tu Cristo-Hombre? Insisto en esta obra de gran envergadura que ofrece una novedad dentro de la pasional tradición de las crucifixiones. Esa Cruz, nadie se acupó de ella. Tú nos haces ver que ella no tuvo la culpa, que ella iba para mástil de barco, leña de lareira o pie de bandera, pero los hombres la condenaron a eso, a ser, cómplice del deicidio. Y esto no lo vió nadie. Ni Valdés Leal, ni Gruneald, ni Salvador Dalí
Tu lo has visto Diego. La aldea, el largo invierno, la hermandad con pastores y leñadores, el respeto a la materia bondadosa que nos dá techo y calor. Todos los árboles de la tierra deberían, tendrían que rendirte homenaje, por haber proclamado la eterna amnistía. Honra y gloria de lo que nace inocente y muere inocentemente de nuestro servicio.
Regreso a tu obra reciente " Equilibrio de fuerza ", " Antes de la última cena ", " Conexión humana en ralación con la naturaleza ", mejor entre carne y santidad. Y así tu vasta obra que se prolonga sin cesar proporcionándonos todos los caso, nexos de materia y animidad, entre ser y no ser, entre lo que sucumbe y lo que perdura, entre la llama y la ceniza, entre la condición humana y angélica, entre el rayo y la sombra entre Diego de la Cañiza y Diego del mundo, entre Diego inextinguible y Diego más que mortal.
Inicialmente, podría os hablar de eso que llaman materia, textura, es decir, eso que para muchos hace el cuadro ¿ Cual es la tuya ? ¿ Cuál la misteriosa sustancia, membrana, pavón, cobertura que da corporidad a tus invenciones ?.
Se asegura que si el cuadro es el espejo, la materia es su azogue. ¿ Qué clase de azogue, de colorante mercurial o vegetal, da cuerpo a tus vuelos entre tierras, criaturas humanas o celestes, tus pompas y vanidades, tus símbolos que, como la muchedumbre vegetal y auroral de tu Cañiza parece levitar, incorporarse y colar ?
Parece más fluido que química. Más impresión por rayos ultravioletas que por tactos humanos. Tus sombras son trasnparencias de vitral. Tus luces, filtraciones lunares, porque curiosamente, el astro solar no existe para ti. Diríase que tus jornadas comienzan con el crepúsculo, y trabajan con la luna llena, y que se extinguen definitivamente con el alba.
Lo que sí me consta es que cada roce, toque, pulsación o caricia arcoirisada es un negro, que es más bien el fuego fatuo de ese color, de cada blanco, que es más bien el aliento de la nieve, de cada verde o carmín que es su propio numen, el sello de la perpetuidad.
Tus hechos plásticos, Diego de Giráldez, empezando por tu nombre extremadamente plástico, e inolvidable, tus estandartes pasiones, inhalan algo perpetuo, no es de ayer ni de hoy sino de siempre, no sólo por su leyenda e intención, sino también por su cuerpo plástico, por su acerada condición, porque son como son y no pueden ser de otra manera.
Inquiriendo una fraternidad plástica, uno no se detendría ante ningún contemporáneo. Iría más allá: tomaría el camino de Santiago, y quizá en ciertos cruces de sendero podría hallar, tallado en el granito violeta que los eterniza, ciertos cruceros que la piedad anónima y perpetúa de nuestros mayores hizo enclavar allí para alivio de caminantes y guía de nazarenos piadosos.
En suma Diego de Giráldez, pintor imaginario, anatomista, solidario porque sí, y porque no, iluminado o regado por ángel o duende paisano, en su misterioso productor, cuya procedencia nos consta, cuyo caminar siempre radiante, capaz de darnos felicidad y ensueño, estigmas hallados en los hemisferios astrales y en los terrenales, de hacernos mejores , de dejarnos pensativos, de hacernos cantar y de hacernos sollozar, inagotable, distinto, múltiple, pero siempre con un tatuaje que no puede proceder más que de tus manos.
Particularmente, digo y repito, en este caso, más que de aprendizaje didáctico, de atavismo rupestre.
El como los misteriosos dibujantes del bisonte cerúleo y bermellón de Altamira, se hizo sólo, se talló el alma con una cruz, una esfera, una gubia, un lápiz, una antorcha, el filo de un pincel que a veces se hace filo de navaja, a veces acaricia, a veces antorcha, a veces martillo, a veces capricho amoroso, a veces llanto, a veces nuestras vidas son los ríos, que van a dar a la mar.
Los artistas , como los dioses del Olimpo, pueden inmortalizar desde un Goliat a una mariposa, desde un racimo de uvas a un guerrero termópilo. Misterios del misterio, amigos míos.
Datos cívicos: nace en La Cañiza (Pontevedra), en una primavera. Vive en Vigo en el Casco Viejo. Su padre, Antonio, marino. Luz su madre. Es el tercero de cuatro hermanos. Marino el padre y Luz la madre, quizás pudieron iniciarle: aquel a navegar, ella a iluminar argonautas y caminantes más o menos extraviados en la inmensidad".
Ramón Faraldo en " Recuerdos "
"... recuerdo una noche de verano, no sé si de plenilunio, o noche de primavera tardía o de otoño naciente, sentados en una mesa de mármol en La Cañiza, en compañía del colega, y, sin embargo, amigo, Tito Gómez. En esto, una sonrisa y unos ojos brillantes se apoyaron sobre mi rostro, y te tuve ante mí. Me hablaste con la sencillez y sabiduría que te caracteriza, con esa falta de presunción y, en todo caso, concluiste que tu obra y la de cualquier artista no es cuestión simplemente de oratoria, de verbo, es más, si cabe de biología de la propia obra, que sepa defenderse por sí misma. Noche, febril que más bien parece incendio que noche, te ha traído a ti, amigo mío. cargado de sensaciones, de cosas de mi interés, y del interés ajeno, pero para satisfarcelo se necesita la escritura, la palabra, el verbo. Eso traias en tú sorisa, en el brillo emergente de tus ojos, en tu serenidad, se lo que quieres decir, pero hoy vamoa a hablar en el verbo fundamental para transmitir a la continuidad de la especie. Perdóname, Diego, y cuando lleguemos al "más allá", considera si lo que alcancé a penetrar en el complejo persona-obra, que lleva tu firma, compensa el que no profundice en tu tesis, de esta noche, que entiendo. ¿Recuerdas cuando nos vimos por primera vez en aquella galería de Madrid?. Tu catálogo: Diego estudió pintura y escultura... "Te pregunté ¿Pintor o escultor ? Fue aquella la primera gran realización de tu mano que conocí. Me di cuenta, de gallego a gallego de escritor a plástico, que por merecimientos que todavía desconocía, estaba en tu enigmática exposición, incógnita exposición madrileña, también me di cuenta de que, quienes te seleccionaron, habían encontrado un nombre que añadir a la plástica española. Me di cuenta que estaba ante una obra intemporal e internacional de sorprendente acabado...".
RAMÓN FARALDO.- Crítico de Arte y Miembro de la Asociación Española de Críticos de Arte.
Madrid.